lunes, 16 de junio de 2025

Otras dos relecturas de Retorno a Bridehead

Esta relectura han sido dos: primero oí el libro entero en audio, buena parte con el texto inglés delante, porque es de un lenguaje más complejo de lo que pensaba, bastante difícil en algunas partes. Luego lo volví a leer en la traducción de siempre, en el ejemplar de Tusquets de la primera vez. 

Es un libro que me ha acompañado siempre, que he releído a lo largo de los años, un clásico moderno desde mi punto de vista: nunca lo agotas, nunca lo acabas de dominar, te abre tantos caminos que es difícil hacerle justicia. Diré algunas cosas:

Se me ocurría que alguien brillante podría hacer una comparación a fondo con El banquete de Platón. En ambos libros, en un formato narrativo, se trata de darle vueltas al amor, en un proceso ascensional, o quizá en espiral, a través de diversos grados. En El banquete la cima es filosófica: esta novela pondría a prueba la consistencia del planteamiento platónico haciendo algo muy difícil, poner arriba el amor a Dios, mientras se somete a prueba la consistencia de esos amores que estaban en el proceso de ascenso platónico. En la novela de Waugh el amor a la belleza física es superado por la entrega al bien del ser amado (en último extremo por la renuncia de Charles y Julia a seguir juntos): el don es el amor de Dios, que convive en el presente del protagonista con una situación vital difícil, de soledad, que me ha impresionado mucho más esta vez, ese primer capítulo tan triste de la vida de militares acantonados para la guerra, que termina con la llegada sorpresa a Brideshead. El final de la novela me ha vuelto a parecer magistral.

Tanto en El Banquete como en Retorno a Brideshead estamos en los estertores de imperios, cuando todavía no eran del todo conscientes de que el declive se acercaba. La decadencia, los excesos barrocos, la formalidad, la alegría externa envuelven la crisis que abrirá camino a algo distinto. Lo permanente dura, sea la aspiración filosófica a lo trascendental, sea la unión con Dios.

El marco es el de los hombres demediados de Eliot, los que volvieron de la Primera Guerra Mundial dañados: los efectos de esa guerra los sintieron sus descendientes, una humanidad incompleta, en un mundo ya sin referentes que aboca a la Segunda Guerra Mundial. En medio, la capilla de Brideshead, donde al final brilla la lamparilla del Sagrario, donde ahora dominan los Hoopers.

Me he dado más cuenta esta vez de lo que critica el propio autor en el prólogo a la edición revisada, esa especie de barroquismo de la comida, de las exquisiteces, ese contexto de la élite inglesa en sus mansiones, todo hueco, fascinante pero hueco. El gran peligro, dice Anthony Blanche, que hace como de ser demoniaco y revelador del trasfondo, es el encanto (charm), eso que tiene Sebastian a raudales y en lo que cae también a veces la pintura de Charles Ryder, algo que está presente en ese mundo inglés que se está cayendo a pedazos.

5 comentarios:

  1. Yo siempre la he visto de un modo diferente: la novela de la nostalgia de una juventud ya ida y de una Inglaterra desaparecida con la II Guerra Mundial. Para mí, el único personaje con profundidad espiritual, quizá a pesar suyo, es Sebastian. Waugh, a quien admiraba y he leído mucho, ahora me provoca bastante rechazo. Lo veo hoy como una especie de Valle Inclán inglés. Sin embargo, me encanta la visión absurda de la guerra mundial contenida en Sword of Honour, tan a contracorriente.

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    1. Anónimo, menos mal que eres anónimo, porque si no te tendría que retar a duelo: no me hace ninguna gracia la comparación con Valle-Inclán, al que cordialmente detesto.

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  2. Valle Inclán también a mí me parece detestable, por eso lo decía. Ya no aguanto toda esa primera época de Waugh —Vile Bodies, Scoop, Black Mischief…—, tan escorada hacia lo grotesco. Retorno a Brideshead es otra cosa, claro. Me volverá a gustar (espero). Guy Crouchback sí que me parece un verdadero héroe cristiano. Mucho más que cualquiera de los personajes de Brideshead. Disculpa todas estas afirmaciones algo deslabazadas y no las tomes en serio. Por cierto, en relación con los duelos Crouchback dice que la Iglesia los condenaba, pero que los teólogos y moralistas no dejaban nunca de lanzar el guante (o algo así). Enhorabuena por tu blog.

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    1. A mí tampoco me gusta esa primera etapa mucho, salvo Un puñado de polvo y a partir de ahí algunas otras novelas. Los libros de viajes sí que me gustan todos.

      Ahora me voy a releer la trilogía de la Segunda Guerra Mundial. Ya hablaré sobre ello.

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