San Josemaría contaba en un meditación del 4 de marzo de 1960 esto:
yo recuerdo que una vez estaba dando ejercicios al clero de una ciudad castellana. Hay allí un viejo palacio, y me chocaron las palabras escritas sobre la fachada principal del edificio. Me explicaron que se trataba de una tozudez del prócer dueño del caserón. Desde el palacio, a través de un portillo hecho en la muralla, podía directamente salir de la ciudad. Y el municipio le obligó a cerrarlo. Lo cerró, pero mandó poner sobre aquella ventana de la fachada principal este inscripción: donde una puerta se cierra, otra se abre. ¡Tozudez! ¿Tú y yo somos así para nuestras cosas? Cuando algo no va en esa lucha cotidiana, pues mañana irá! Hijos míos, sed tozudos. Llevad la tozudez al plano sobrenatural.
He buscado una foto y la he encontrado.
Es una especie de declaración de no dar el brazo a torcer que a mí me hace gracia, dejar en piedra constancia del derecho al pataleo, porque otra cosa no se puede hacer, al menos ahí.
Donde una puerta se cierra, otra se abre, ahí lo tenéis, pero en la parte de abajo de la ventana del palacio de los Dávila, en Ávila.
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