Al llegar a Burgos mi madre había hecho alubias rojas, que en Galicia sabe que no las como tanto. Llevaban toda la mañana al fuego. Yo tengo el privilegio de que siempre me hacen la comida y se me olvida el tiempo y el esfuerzo que supone hacerla, y tan bien además como me la hacen a mí siempre.
Luego, el sábado, a la vuelta del día en Cóbreces, nos pasamos la tarde yo mirando y mi madre partiendo puerros para un hojaldre. Dos horas y media estuvo. En un momento se me saltaban las lágrimas; resulta que los puerros son como las cebollas: ni me había enterado hasta entonces. Luego hubo que cocerlos y mi hermana mayor los puso con nata y no sé qué más. Y luego al horno, con el hojaldre. A la vez hacía bizcochos, uno de chocolate y otro con manzanas, los dos muy buenos. Yo había colaborado en uno con nueces muy bueno, partiéndolas y espolvoreándolas luego en la masa.
Todo era para el domingo, que celebrábamos el cumpleaños de mi hermana pequeña, que es hoy: ¡muchas felicidades! y los éxitos deportivos de mi sobrina, que ya está en Glasgow, para participar en el mundial, nada menos. Tiene pocas opciones a ese nivel, pero el viernes pasado volvió a bajar su marca: ahora está en 52,67 en los 400 metros, la quinta mejor marca española de la historia,
Para la pequeña historia: esta vez empatamos a dos al parchís.
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