miércoles, 6 de septiembre de 2023

Tres días en Atenas 1 - La llegada

Llegué al aeropuerto y me costó encontrar el metro. Sabía de un billete turístico de 72 horas, perfecto para mí, por 20 euros. Solamente vi una indicación de trenes y tenías que irte del edificio, meterte en el sol y confiar en que al fondo estuviera realmente, porque indicaciones no había: pensé en mafias de taxis. Al final, con la maleta de un lado para otro, llegué tarde y tuve media hora para esperar el siguiente metro.

Por suerte, en el trayecto había aire acondicionado y me pude sentar, la casi una hora que pasé hasta Monasteraki, entretenido primero con el paisaje y luego con los nombres griegos de las estaciones subterráneas. Al poco de salir, pasó un hombre tocando el acordeón, algo como Bella Ciao, tristísimo, además porque iba acompañado de un niño de unos ocho años, que recogía las monedas. Yo no había visto ningún pobre en Zürich en tres semanas. Estos mismos músicos volví a verlos en el viaje de vuelta: era como una escena triste de Fellini, como de La strada, con el añadido de que al rato pasó una niña como de diez años medio tocando otro acordeón, que podía ser la hija.

También a la vuelta me hizo ilusión un cartel de una autopista con dos direcciones, una a Eleusis y otra a Maratón, la peregrinación religiosa más importante de la Antigüedad para los atenienses y por el otro lado el lugar de la gran batalla contra los persas. También vi una amenaza en griego en un cartel de la autopista: Η ΤΑΧΥΤΗΤΑ ΕΛΕΓΧΕΤΑΙ ΜΕ ΡΑΔΑΡ, es decir, la velocidad se persigue con el radar. Me chocó ver el élenchos, la refutación, ese término que usamos aquí pero en el ámbito de la filosofía, usado para amenazar con multas.

Atenas me pareció una ciudad cutre, sobre todo viniendo de Zürich. Las aceras estaban rotas, rehechas, recompuestas, con churretes oscurοs (eso también lo recuerdo de Barcelona, debe de ser por lo poco que llueve). Yo con mi maleta, del metro al hotel, tuve que hacer el pino recorriendo la calle Atena y la calle Bóreas y la calle Eolo, hasta llegar a la de Kolokotroni, que es un nombre un poco de coña y sobre todo no a la altura de los anteriores.

También vi un cartel de "vuelta a la escuela" y ponían ἐπιστροφή, epístrofe, nada menos: los griegos actuales tienen palabras a 10 euros cada una.


Qué amontone de casas es Atenas (vista desde la Acrópolis).

2 comentarios:

  1. Me encantan estas crónicas. Suiza y Grecia son dos sitios que no me llaman nada de nada pero el contraste, desde luego, es muy atractivo.

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