Íbamos avanzando por el valle de Manzanedo y llegamos al pueblo que le da nombre. Todo recordaba al norte más cantábrico. Los balcones eran muy saborosos:
Yo vi una planta de hojas de cinco partes, que me recordaron a los capiteles cistercienses de Rioseco:
Como había un cartel que hablaba de otro eremitorio, nos lanzamos a visitarlo también, metiéndonos por el camino del cementerio, que resultó ser un corralín con muy pocas tumbas, una docena quizá. El camino subía y, lejos, había un monte apropiado para eremitorios. Mientras, nos planteábamos cómo sería tener una casita allí, porque todo era reposado, tranquilo, verde y apacible. Dimos con una paisana, que nos dijo que por lo menos nos quedaba media hora, así que nos dimos la vuelta: el eremitorio lo vimos en una foto y nos dimos por contentos.
Ahora lo puedo buscar y resulta que lo llaman «Cueva de los moros», como en Galicia los sitios arqueológicos de los castros y en esta web están todas las indicaciones, con fotos, mapas, planos y de todo.
Por el otro lado tenía una ventana alta, para poner el carro al lado, me imagino:
Tu hoja de cinco lóbulos poco marcados creo que es algún geranio (Geranium molle, o G. rotundifolium), porque se intuyen unos frutos con pinta de aguja. Lo de los capiteles en cambio, con hojas idealizadas, pero de lóbulos muy marcados, yo hubiera dicho que son hojas de higuera.
ResponderEliminarMuchas gracias, Antón: ya ves qué a lo bruto voy. Y no será por no haber visto hojas de higuera en el jardín.
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