martes, 25 de mayo de 2021

Sin cierre perimetral 6 - San Miguel de Cornezuelo

Siguiendo por la carretera nos despistamos y casi nos íbamos a Soncillo, en dirección a Arija, que fue el primer destino de mi padre como «maestro nacional». Volvimos a san Miguel de Cornezuelo, que mi madre recordaba como el primer destino de maestra de doña Rosalía, que luego estuvo en Castrojeriz. Impresiona pensar en aquella chica de Verín, en los años 60, sola en un pueblín perdido como aquel. La queríamos mucho. A mí ella me recordaba luego que de pequeño me cogía en brazos. Murió de un cáncer fulminante años después: era Galicia para nosotros, con un velo de melancolía que la rodeaba. 
San Miguel de Cornezuelo resultó ser un pueblo mucho más abierto y cuidado que los otros: la antigua aldea, de la que quedaban ruinas como de casas de enanitos, había desaparecido y solamente quedaban casas de la «zona nueva», mucho más espaciadas entre ellas. 
Lloviznaba pero no molestaba. Paramos y nos miraban unas abertzales con pelo cortado con hacha (mucho eusquérico por allí), pero tampoco importaba. Fuimos bajando hasta esa aldea desaparecida, de la que solamente quedaba la iglesia, una cucada románica. Este es el tímpano de la portada:


A la izquierda quedaban restos de policromía:


Luego había canecillos de lo más llamativo, algunos muy guarretes, cosas muy de la línea cántabra, de esas que a la gente le vuelve loca y hacen publicaciones y de todo porque aparece un personaje enseñando el culo. Vale. Yo me conformo con poneros a un personaje que toca la vihuela



La ventana del ábside:

Todo era en un prado verde, todo muy verde:

Más canecillos, de los que tiraban a ingenuos:

Volvimos al pueblo y había en las paredes panales de abeja. Parece que se llaman «dujos»:

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