martes, 27 de abril de 2021

Solovki

Creo que ahora mismo soy la persona más preparada de Santiago para visitar la exposición de fotos de Castro Prieto y Rafael Trapiello. Y no solamente porque a los dos me los haya encontrado ya bastante por el Salón de pasos perdidos, es que estoy leyendo las cartas que Pavel Florenski escribió a su familia desde allí.

Cuando visitamos el domingo la exposición, yo llevaba la carga de Florenski allí, en una isla en el Mar Blanco, un frío colosal, auroras boreales en verano, una noche continua en invierno, aislamiento de meses, el trabajo en el Gulag, constante, sin medios casi, la lejanía de todo, sobre todo de la familia, los difíciles intentos de comunicarse con ellos con cartas que a veces tardaban meses, a veces no llegaban y siempre eran demasiado poco.

En la exposición hay, por suerte, fotos de paisajes hermosos, de niños sonrientes, del monasterio ortodoxo reconstruido, de los colores pálidos, pero bonitos, que me recordaron los de Estonia. Por ejemplo esta foto, la que más nos gustó, con el predominio de un verde pálido (más bonito en directo que en esta foto de la foto), que arropa muy bien a ese señor, cuya vida sería bien interesante de conocer:

Dice Florenski un 30 de mayo de 1935:

El tiempo es de los más inestable. Ayer estuvo todo el día nevando, hacía frío; hoy también ha nevado por la mañana. De vez en cuando luce el sol, luego el cielo vuelve a cubrirse. De la mañana a la noche (que no existe) y de la noche a la mañana pía el cuclillo, al lado mismo del laboratorio. Hay montones de nieve que todavía no se han derretido. (...) El sol aún está alto, a pesar de que son las diez menos cuarto. Hace fresco. Los cuclillos no dejan de piar. Pienso continuamente en vosotros, queridos míos; y cuanto más lo hago, más triste me siento (Cartas de la prisión y de los campos, 138-9).

Nos gustaron mucho las fotos, son muy buenas. Hay un juego fascinante en cada una entre la fotografía y la pintura: todas tienen partes muy nítidas, donde ves hasta sus mínimos detalles (plantas del suelo, ramas de algunos árboles) y otras, en la misma foto, como neblinosas, borrosas o como solamente sugeridas. No sé cómo han logrado. Por ejemplo en esta noche estrellada, los puntos de las estrellas son como puntos de óleo:

Con nitidez, la misma escena. Un barco varado en el hielo y las estrellas ahora más quietas:

Por suerte, muchas de las fotos de la exposición las tenéis, los que no podáis venir a Santiago, en la web de Rafael Trapiello, de donde he enlazado las que se ven aquí. En un reportaje de El País está otra, que también nos gustó mucho:


Y qué difícil conseguir armonía con esos colores en principio tan disparejos. La cara de la niña, borrosa, el pájaro de pan, nítido:



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