Yo descubrí un pelín de la añoranza de España las pocas veces que he estado cierto tiempo fuera, que nunca ha sido mucho. A mí me conmueve la actitud de los exiliados españoles, por ejemplo en las cartas entre Ramón Gaya, José Bergamín y María Zambrano, los amigos que se escriben.
Me parece especialmente emocionante lo que le dice Bergamín a Gaya contándole sus primeros días de vuelta, en 1959:
Todo el tiempo me parece poco «para sentir» este Madrid, esta España. No puedes figurarte lo que es, sin estar presente, sin vivirlo. Lo que es, sobre todo para nosotros después de veinte años. Yo tampoco me lo figuraba. Es una realidad que sobrepasa nuestros recuerdos, nuestras esperanzas, nuestros sueños. Tienes que venir. Estar aquí. Es «lo único que importa»- No puedo decirte por qué. Sólo sentirlo. Te escribiré más. Ahora solamente decirte que te recuerdo y muchísimo (83).
Le dice María Zambrano a Ramón Gaya el mismo año, desde Roma:
Esto ha sido atroz, atroz, atroz. Y mi situación sigue siendo mal, muy. Pero algo se arreglará. Y España, su idioma, su luz, su promesa se abre y nosotros somos algo en ella o de ella. Te doy un abrazo en esta alegría que tanta noche nos ha costado el atravesar. ¡Y aún! (103)
Y medio año después:
Cuando recibí la tarjeta de Segovia del 14 de abril - que llegó el 12 de mayo-, se me desbordó el alma y escribí a Pepe [Bergamín], y le decía que quiero ir al Madrid de mi alma; te lo digo a ti, sí: me ha nacido como una flor alta desde el fondo del corazón. No es deseo, ni nostalgia, sino amor, amor, amor. (145)
Gaya volvió por primera vez a España en 1960. María Zambrano, en 1984.
No hay comentarios:
Publicar un comentario