I was vicar of large things
in a small parish. Small-minded
I will not say, there were depths
in some of them I shrank back
from, wells that the word “God”
fell into and died away,
and for all I know is still
falling. Who goes for water
to such must prepare for a long
wait. Their eyes looked at me
and were the remains of flowers
on an old grave. I was there,
I felt, to blow on ashes
that were too long cold. Often,
when I thought they were about
to unbar to me, the draught
out of their empty places
came whistling so that I wrapped
myself in the heavier clothing
of my calling, speaking of light and love
in the thickening shadows of their kitchens.
in a small parish. Small-minded
I will not say, there were depths
in some of them I shrank back
from, wells that the word “God”
fell into and died away,
and for all I know is still
falling. Who goes for water
to such must prepare for a long
wait. Their eyes looked at me
and were the remains of flowers
on an old grave. I was there,
I felt, to blow on ashes
that were too long cold. Often,
when I thought they were about
to unbar to me, the draught
out of their empty places
came whistling so that I wrapped
myself in the heavier clothing
of my calling, speaking of light and love
in the thickening shadows of their kitchens.
Era cura de grandes cosas
en una pequeña parroquia. Mezquinos
no voy a decir, había honduras
en algunos de ellos ante las que retro-
cedía, pozos en los que la palabra "Dios"
caía y desaparecía
y, que yo sepa, todavía está
cayendo. Quien va a por agua
a esos ha de prepararse para una larga
espera. Sus ojos me miraban
y eran lo que quedaba de las flores
en una tumba antigua. Yo estaba allí,
eso sentía, para soplar sobre cenizas
demasiado tiempo frías. A menudo
cuando pensaba que estaban a punto
de abrírseme, una corriente que salía
de sus espacios vacíos
venía silbando, así que envolvía
mi ser en la ropa más gruesa
de mi vocación y hablaba de luz y amor
en las densas sombras de sus cocinas.
en una pequeña parroquia. Mezquinos
no voy a decir, había honduras
en algunos de ellos ante las que retro-
cedía, pozos en los que la palabra "Dios"
caía y desaparecía
y, que yo sepa, todavía está
cayendo. Quien va a por agua
a esos ha de prepararse para una larga
espera. Sus ojos me miraban
y eran lo que quedaba de las flores
en una tumba antigua. Yo estaba allí,
eso sentía, para soplar sobre cenizas
demasiado tiempo frías. A menudo
cuando pensaba que estaban a punto
de abrírseme, una corriente que salía
de sus espacios vacíos
venía silbando, así que envolvía
mi ser en la ropa más gruesa
de mi vocación y hablaba de luz y amor
en las densas sombras de sus cocinas.
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