Ya habían pasado diez meses del último viaje a Burgos: se puso por medio el coronavirus y luego los cierres perimetrales, los varios confinamientos y toda la pesca, pero ya valía de tanta prevención, que además estoy forrado de anticuerpos.
Al pasar Lugo me volví a fijar en los bosques de árboles sin hojas y en El Bierzo me encontré una cencellada, pero el resto del tiempo hacía un sol invernal muy bonito, sobre todo por mi zona favorita, que comienza pasado Sahagún.
Me puse dos podcasts de La caverna de Platón que no había tenido tiempo de oír, en concreto uno sobre realismo político, excelente, y uno monográfico con Dalmacio Negro, al que conocía por este blog y a quien no me importaría escuchar horas y horas. Es uno de esos sabios con muchísimo que decir: sensatez por arrobas, trasfondo de lecturas oceánicas e inteligencia privilegiada. En el viaje de vuelta completé con el segundo programa sobre la muerte en Occidente, con Fernando Muñoz y Carlos Marín-Blázquez (había oído hacía tiempo el primer programa, también muy bueno).
Ya llegando a Burgos, me puse en Radio Clásica y había un programa de música popular, La ripproposta, que dedicaron ese día a la música de Navidad, especialmente al romance de la Virgen y el ciego y las naranjas. Una delicia, una maravilla.
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