He disfrutado una barbaridad de Madrid, el último libro de Andrés Trapiello. Me pilló a la espera de un nuevo volumen de sus Diarios, así que de primeras lo veía más como una china en el camino. Era sobre un tema que está bien, pero que no parecía demasiado urgente, esa ciudad que ahora tengo cada vez más ganas de volver a ver, yo que nunca he vivido allí y que siempre la he conocido de visita, más o menos largas las visitas, pero de visita. Mi Madrid es el rompeolas de las Españas, es la cifra de todo el país, es una ciudad manchega (para mí eso es un elogio: viví tres años en Ciudad Real), es el Museo del Prado, son los viajes de pequeños con mi padre, con toda la escuela de Castrojeriz en un autobús.
A lo que voy: me puse a leerlo y me encontré en la primera parte algo muchísimo mejor que los Diarios: el relato unitario de una parte de su vida que había quedado en penumbra en los otros 22 volúmenes. Eso es además el marco narrativo para todo el libro, que por otra parte funciona con una libertad asombrosa en lo estructural, donde cabe repetirse sin problemas o cambiar el tono sin que haya nada que rechine, logrando unas veces que nos emocionemos y otras que riamos a carcajadas. Me da un poco de apuro la comparación, pero es que lo he estado leyendo a la vez: a este libro le he visto muchos paralelos con Trabajos y días de Hesíodo, gran poema didáctico y biográfico del primer poeta griego que nos cuenta su vida de campesino en Ascra, entre los problemas de herencia con su hermano y los recuerdos de los viajes en barco de su padre. Hesíodo, contándonos su vida, explica también por ejemplo que la madera del laurel es buena para construir arados, porque es más resistente a la carcoma. Bueno, eso es, en lo mejor, Andrés Trapiello: un maestro del relato de su vida y de todo lo que va con ella, por pequeño que sea, mientras sea verdadero.
Y ya que me he embalado con las comparaciones con gigantes, diré que este libro es muy homérico. En esto no arriesgo nada, porque sé lo que le ha influido estos últimos años la versión de la Ilíada de Fernando Gutiérrez: aquí está el amor a los catálogos, a las listas, algo que comparten Homero y Hesíodo: no tiene ningún problema en hacer música de la sucesión de nombres de calles de Madrid, de una ristra de expresiones características, de títulos de libros sobre la ciudad, de edificios significativos. Hay muchas listas y a mí me hace feliz que las haya. Es otra muestra de esta libertad creativa en la que se siente tan a gusto ahora Trapiello.
En todo, una escritura cada vez más redonda, con un dominio excelente del lenguaje, con humor, hondura, alegría y sobre todo amor a la vida. Yo disfruto hasta de bromas como la transcripción de los términos extranjeros: estoy rendido a que ponga gosdivín o cosas así; me hace gracia que meta de cuando en cuando palabras como jifero, que resulta que es un matarife.
Hay muchas informaciones que ponderar en el libro, pero con la alegría de saber que muchas de las cosas las olvidaremos. Tampoco importa: busca el rigor, pero no pretende ser erudito. Tomarse demasiado en serio los datos de historia local es lo que no sería serio. Otra cosa es que esté bien leerlos y disfrutarlos, por amor de las historias, no con ánimos de opositor que teme que le caiga alguno de ellos en un examen.
Agradecí muchísimo que en todo el libro no haya nada de melancolías: nada de elegías a Embassy o como se llamen esos sitios con pretensiones que cerraron ya hace tiempo. No: vida como la que vive Fortunata, con alegría, para adelante. Ya estoy aburrido del tópico elegiaco: en este libro sale el Madrid vivo, con mucha belleza y con fealdad que puede que llegue a belleza: ya se pondrá bonito, cita recordando lo que decía la hija de Ferlosio y Carmen Martín Gaite.
Y luego, que el libro es precioso, la edición, las fotos, la portada, las viñetas, todo. No puedo ir ahora a Madrid, pero me ha alegrado mucho recordar Madrid así, gracias a este libro.
Caray, vaya compendio de elogios; lo haces sonar bastante apetecible. ¿Te parece un buen libro como primera aproximación a AT, o crees que un profano no lo va a entender?
ResponderEliminarSupongo que alguien que conozca la obra de Trapiello lo disfrutará mucho más, pero me parece que le puede gustar a todo el mundo mucho. Creo que sí. Por ahora solamente he visto críticas muy positivas, muchas de ellas entusiastas.
EliminarChapó, Ángel, te ha salido redonda la reseña. Gracias por hacerme disfrutar de nuevo el ‘Madrid’ de AT, mientras nos enseñas de tus Hesiodos y tus Homeros. Quién pudiera ir de oyente a tus clases.
ResponderEliminarTu entrada es justo el empujón que necesitaba para ponerme a leer "Madrid". Llevo ya algunas páginas leídas y me está gustando muchísimo.
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