lunes, 14 de septiembre de 2020

Septimus Waugh

Septimus Waugh es el séptimo hijo de Evelyn Waugh (Jacob Rees-Mogg, con tantos parecidos con él, llamó a su sexto hijo Sixtus). Es ebanista, lo que siempre quiso ser su padre, que se tuvo que conformar con serlo sólo de palabras. Hace unas semanas escribió un artículo en The Tablet sobre la fe de su padre, solidísima, enraizada en los sacramentos, porque era mucho más consciente de sus pecados que el resto. Los hipócritas se creen que Evelyn Waugh era peor que los demás, incluso un monstruo, basándose en sus propias palabras (y en las de su hijo Auberon, que por hacerse el gracioso era capaz de todo; y en las de su nieto, ciego ante todo lo que huela a católico), pero era mucho mejor que la mayoría, sabíéndose peor.

Septimus cuenta que cuando iba a catequesis de primera comunión se gastaba en chucherías el dinero para el autobús y le decía al conductor que a sus padres se les había olvidado dárselo. La jugada la repitió varias veces hasta que aparecieron unos policías en casa de sus padres. Él reconoció su delito, pero les dijo que no tenían que castigarle porque se había confesado de ello ya: su padre ni le castigó. Eso sí que es catequesis en directo del sacramento de la confesión.

En otra ocasión, se negó a reconocer que había roto algo: su padre le hizo representar ante toda la familia la mentira que se había montado para disculparse. Él lo recordó siempre con tanta vergüenza que esa fue otra lección de su padre.

Todo esto para darle otras vueltas más a la cuestión de la verdad en la educación de las personas.

3 comentarios:

  1. Las anécdotas son muy lindas. Oye, Arp, vos que sos fan de EW, viste la película "Lost in translation" con Bill Murray. En una parte el novio de ella se encuentra con una amiga que parece ser medio tonta y le dice que está parando en el hotel bajo el seudónimo de Evelyn Waugh...

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  2. Qué anécdotas tan buenas. Si ya la educación de los hijos es tarea harto difícil, el culmen radica en saber discernir, cuándo, cómo y cuánto hay que castigarlos. Ahí entran en juego, para hacerlo bien, la prudencia, la fortaleza, la caridad, la generosidad, la templanza y un largísimo etcétera y eso contando con la gracia de estado. A veces, cuando castigas a tus hijos te dan ganas de llorar, pero más llorarán los que nunca los corrigen....... Cuánto me gustan las entradas sobre Waugh

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