De una recopilación de 47 cuentos de Isaac Bashevis Singer, uno de los pocos autores de ficción que no me cansa, el domingo leí Alegría, de planteamiento muy sencillo: un rabino (rebbe), Beinish de Komarov, se convierte en un nuevo Job al que se le mueren los hijos y pasa por una crisis de fe tremenda, en la que todo se le tambalea. Sólo ante un amigo, Avigdor, deja entrever pensamientos nihilistas que en él no acaban de sonar del todo sinceros. Pasa el tiempo, se queda casi sin seguidores. Al final se le aparece una hija muerta, Rebeca, que le anuncia que va a morir pronto y le pide que vaya a dar la bendición de la comida de una fiesta.
El cuento, que no tiene más complicación argumental, a mí me emocionó un montón. Lo que quería poneros es lo que dice en esa bendición del vino y el pan, en la que recoge ideas claves del nucleo de la revelación a Israel (y lo del Dios escondido está por ejemplo en dos cuentos que recoge Buber):
El Dios escondido es un niño. Eso es lo que anima a contemplar el Prelado del Opus Dei:
El cuento, que no tiene más complicación argumental, a mí me emocionó un montón. Lo que quería poneros es lo que dice en esa bendición del vino y el pan, en la que recoge ideas claves del nucleo de la revelación a Israel (y lo del Dios escondido está por ejemplo en dos cuentos que recoge Buber):
Avigdor escanció el vino y el rebbe canturreó el kiddush con una alegre melodía festiva. Luego se lavó las manos, pronunció la correspondiente bendición y seguidamente la de agradecimiento por el pan. Después de tomar un poco de caldo, disertó con un comentario sobre la Torá, algo que no había hecho desde hacía años. Lo hizo en voz baja, aunque se le oía. Trató el tema de por qué la luna está oculta en Rosh Hashaná: «La respuesta es que en Rosh Hashaná suplicamos a Dios seguir con vida, y la vida significa libre albedrío. Ahora bien, la libertad es un misterio. Si uno conociera la verdad, ¿cómo podría existir la libertad? Si el infierno y el paraíso se encontrasen en mitad de la plaza del mercado, todos seríamos santos. De todas las bendiciones otorgadas al hombre, la más grande reside en el hecho de que la faz de Dios está oculta al hombre para siempre. Los hombres son hijos del Ser Supremo, y el Todopoderoso juega al escondite con ellos. Oculta su rostro y sus hijos lo buscan, mientras mantienen la fe en que Él existe. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando, no lo quiera Dios, uno pierde la fe? El hombre malvado vive en las negaciones, y las negaciones son de por sí también muestras de fe, de fe en la maldad, y de ellas es posible extraer fuerza para el cuerpo. Pero ¿y si es un hombre justo el que pierde la fe? La verdad se le revela y él es recuperado. Este es el sentido simbólico del versículo: "Cuando un hombre muere, cobijado bajo una tienda...". Cuando el hombre justo cae de su rango y queda, como el malvado, sin un cobijo permanente, entonces relumbra una luz desde arriba y todas las dudas cesan...».Yo tengo grandísima admiración a los judíos piadosos, también a esos hasidim que meditaron y rezaron en condiciones tan difíciles: todos aquellos rabinos como Beinish, cuyas últimas palabras en este cuento son "Uno debe mantenerse siempre alegre" y que en buena parte murieron en las cámaras de gas.
El Dios escondido es un niño. Eso es lo que anima a contemplar el Prelado del Opus Dei:
La señal dada a los pastores de Belén para que pudieran reconocer al Mesías fue que encontrarían «un niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre» (Lc 2,12): allí les esperaba el Hijo de Dios.Y yo os deseo muy feliz Navidad a todos. Y que estemos todos muy contentos.
Feliz Navidad, querido profesor. http://javiervicens.blogspot.com/2019/12/nochebuena.html?m=1
ResponderEliminarPrecioso.
ResponderEliminarFeliz Navidad, Ángel.