Podría haber titulado «20 años en Compostela», pero eso querría decir que en cierto modo estoy rechazando el carácter religioso de esta ciudad, porque «Compostela» es un término muy de progres laicistas. Yo no era muy consciente de ello cuando llamé a este blog así, lo siento.
Llegué aquí justo antes de Navidades, firmé el contrato y me pasé el tiempo preparando todas las asignaturas que me habían dejado para dar, todas juntas, en el segundo cuatrimestre. Estoy muy agradecido a la Universidad de Santiago, una de las mejores de España. He disfrutado con la docencia, he tenido la posibilidad de estudiar lo que me interesaba: un lujo.
En la ciudad de Santiago vivo instalado, ya acostumbrado a la ciudad en lo malo (su pueblerinismo) y en lo bueno: paso por las calles y los monumentos y tengo que hacer esfuerzos para recordar cuánto me gustaba pasear por ella los primeros diez años aquí.
No estoy, en cambio, «integrado». Tampoco creo que me importe mucho: tendría, para ser aceptado, que haber abrazado el tonillo cultural dominante, de un aprecio superficial a la «cultura» gallega, que en realidad es un modo de formar grupitos que se reparten premios y guiños. Por suerte, mis lecturas no se nutren de la novela en gallego (¿conocéis alguna novela en gallego destacada?) ni dependo del arte que se hace en torno al «sistema cultural galego» ni he caído en el extremo contrario: por suerte, ahora se puede vivir aquí muy bien mientras uno está al tanto de la investigación sobre Piero della Francesca, asiste a un concierto íntimo de Wilco en Seattle y disfruta de poesía de otros lugares más cálidos.
Galicia para mí es ahora algo personal. Nadie me reconocerá nunca como gallego (siempre me están preguntando que cuándo me voy) y yo no voy a cambiarme el nombre a Anxo ni a arrastrarme para que me den palmaditas los de la pomada. Me duele Galicia: su herida profunda, ese rencor de fondo que pudre todo lo que de bueno hay aquí, ese morirse actual, sin niños que nazcan.
Llegué aquí justo antes de Navidades, firmé el contrato y me pasé el tiempo preparando todas las asignaturas que me habían dejado para dar, todas juntas, en el segundo cuatrimestre. Estoy muy agradecido a la Universidad de Santiago, una de las mejores de España. He disfrutado con la docencia, he tenido la posibilidad de estudiar lo que me interesaba: un lujo.
En la ciudad de Santiago vivo instalado, ya acostumbrado a la ciudad en lo malo (su pueblerinismo) y en lo bueno: paso por las calles y los monumentos y tengo que hacer esfuerzos para recordar cuánto me gustaba pasear por ella los primeros diez años aquí.
No estoy, en cambio, «integrado». Tampoco creo que me importe mucho: tendría, para ser aceptado, que haber abrazado el tonillo cultural dominante, de un aprecio superficial a la «cultura» gallega, que en realidad es un modo de formar grupitos que se reparten premios y guiños. Por suerte, mis lecturas no se nutren de la novela en gallego (¿conocéis alguna novela en gallego destacada?) ni dependo del arte que se hace en torno al «sistema cultural galego» ni he caído en el extremo contrario: por suerte, ahora se puede vivir aquí muy bien mientras uno está al tanto de la investigación sobre Piero della Francesca, asiste a un concierto íntimo de Wilco en Seattle y disfruta de poesía de otros lugares más cálidos.
Galicia para mí es ahora algo personal. Nadie me reconocerá nunca como gallego (siempre me están preguntando que cuándo me voy) y yo no voy a cambiarme el nombre a Anxo ni a arrastrarme para que me den palmaditas los de la pomada. Me duele Galicia: su herida profunda, ese rencor de fondo que pudre todo lo que de bueno hay aquí, ese morirse actual, sin niños que nazcan.
Feliz aniversario, y me alegro de que no te hayas integrado y amoldado: me gustan tus entradas sobre Italia, Israel, Austria... pero con lo que más disfruto es con las reseñas de tus visitas al CGAC et al.
ResponderEliminarAntón, tendría que ir por el CGAC, pero las exposiciones que hay ahora me dan muchísima pereza. Tengo en la recámara, en cambio, una exposición de jóvenes artistas, donde podré explayarme a gusto.
EliminarInmejorable entrada, que aprovecho para desearte una muy feliz Navidad, Ángel.
ResponderEliminarLo mismo a ti, Jesús, muy feliz Navidad en el cogollito de Galicia.
EliminarUn villancico de Lope:
ResponderEliminar"Temblando estaba de frío
el mayor fuego del cielo,
el que hizo el tiempo mismo
sujeto al rigor del tiempo.
¡Ay, Niño tierno!
¿Cómo, si os quema amor, tembláis de hielo?
El que hizo con su mano
los discordes elementos,
naciendo está, por el hombre
a la inclemencia sujeto.
¡Ay, Niño tierno!
¿Cómo, si os quema amor, tembláis de hielo?"
(De la pieza Los locos por el Cielo)
Respecto a la pregunta sobre las novela en gallego, me parece, la verdad, bastante injusta. Bastaría recordar, pienso, las de Álvaro Cunqueiro: Merlín e familia (1955), As crónicas do Sochantre (1956), o Si o vello Sinbad volvese ás illas (1961), para no citar sus libros de relatos en la misma lengua. Y Ánxel Fole, y Eduardo Blanco Amor, y Manuel Rivas, y Carlos Casares, y Méndez Ferrín... Así que la respuesta es SÍ: conozco más de una novela en gallego destacada. Y para qué hablar de la poesía, desde Rosalía, pasando por Curros, o por Manoel Antonio, o por Pimentel. O de cosas más inclasificables, como O libro das horas de Vicente Risco o los Seis pooemas galegos de Lorca.
EliminarCreo que la única novela escrita en gallego que me ha producido la sensación de estar ante un escritor con potencial para ser realmente grande fue "Ébora", de Xosé Carlos Caneiro. Pero la verdad es que no le he seguido leyendo. Bueno, leí "Ámote", que me pareció inferior. Y nada más. Tengo también un recuerdo agradable de "O retorno dos homes mariños", de Xurxo Souto.
ResponderEliminarPero la literatura gallega rezuma política y superficialidad. Como bien dices, Ángel, la "cultura gallega" es un negocio subvencionado. Probablemente haya escritores interesantes, si se sabe dónde buscar; pero, teniendo en cuenta todo lo que a uno le queda por leer, hay pocas cosas que me produzcan más pereza que volver a leer una novela escrita en gallego.