jueves, 12 de septiembre de 2019

Por Italia 12 - Capilla de los Scrovegni

Lo que debería haber sido uno de los grandes momentos del viaje a Italia quedó algo empañado con toda la parafernalia que han puesto en torno a la capilla de los Scrovegni. Es como aquí con el Pórtico de la Gloria: a cuenta de cuidarlo, te estropean toda a base de ordenantizarlo todo: acabas como estabulado, como las ovejas. A cuenta de las necesidades de restauración ahora te tienen 20 minutos en una sala climatizada viendo un vídeo y luego tienes otros veinte cronometrados para ver la propia capilla. Con eso consiguieron que fuéramos por la capilla como pollos sin cabeza, preocupados de qué priorizar. Yo las fotos que hice las miro y me da ganas de tirarme de los pelos, de lo malas que son. Podría haber estado mirando aquellas maravillosas pinturas de Giotto sin más, aunque sé que tampoco me habría dado tiempo a ver cada escena bien. Pero eso que hubiera ganado, vistos los resultados.
Además llegamos un -1- minuto tarde y nos amenazaban con no dejarnos entrar, y eso que habíamos reservado varias semanas antes. Todo mal.

Pero qué bonito era todo lo que pintó Giotto. Y qué azules. Y qué buen recuerdo al recordarlo, a pesar de todo.

Empezando por abajo, las paredes, pintadas imitando mármol, tenían a tramos figuras que representaban virtudes y defectos:





Las escenas principales estaban en el centro de la nave. Y luego estaba el techo, un cielo estrellado:


Se podría dar un curso de historia del arte de Occidente aquí, pero no en 20 minutos:


La Ascensión, con Cristo «rompiendo el puro / aire» para irse «al inmortal seguro»:


Noli me tangere:


Cuando le daban bofetadas:




La Crucifixión:


La Pietà a la derecha, con todos esos ángeles que se lamentan:



Y el cielo, ay:






Casi al final nos dimos cuenta de que en la escena monumental de la pared del fondo, el Juicio final, había una figura detrás de la base de la Cruz. Mientras que unos son llevados por los demonios a la condenación, él que se esconde tras la cruz parece como que se libra.
A la izquierda, Scrovegni está presentando esta capilla, que es como un joyero todo esmaltado: y qué buena inversión hizo dejando su dinero, quizá no muy limpiamente ganado (eso dicen, no sé) para que durante por lo menos setecientos años otros seres humanos nos quedásemos con la boca abierta.



¿Veis las dos patitas y las manos que se agarran a la base de la Cruz?

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