jueves, 17 de enero de 2019

Un sueño y la realidad del planeta Venus

Hace unos días me desperté en medio de la noche porque había soñado algo y se me ocurrió hacer lo que vi en las películas de psicoanálisis, copiar lo que recordaba.
Era en Jerez, pero como si fuera México, con maderas pintadas. Estábamos en una exposición de arte contemporáneo, de esas con objetos tipo ready made, de una fealdad monstruosa.
Había amigos allí y también escritores que admiro.
Yo tenía que dar una conferencia, pero no sabía de qué o por qué. El núcleo de la pesadilla era mi apuro de penssar qué ibán a decir los asistentes al comprobar mi nula preparación.
En ese sueño manejé muy bien las elipsis, porque me parece que no recuerdo nada de la supuesta conferencia. Me debí de librar o el sueño se acabó antes.

Pero mejor la realidad. Escuché un programa de In our time sobre el planeta Venus, fascinante: temperaturas constantes de 450 grados en la superficie, un color naranja por todas partes, el efecto invernadero a lo bestia, presión de varias atmósferas de presión en el suelo a lo que pudiera haber allí (no hay nada ni nadie), millones de cráteres, volcánicos y no volcánicos, lluvia producida por nubes de ácido sulfúrico, un planeta sin campo magnético, de rotación hiperlenta.

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