jueves, 29 de junio de 2017

Sevilla 4 - Andrés Trapiello y Miriam

El segundo día del Congreso lo esperaba con ganas y un poco de aprensión, porque iba a conocer a Andrés Trapiello, al que llevo leyendo desde hace quince años y que me ha ayudado tanto a replantearme tantas cosas sobre la vida, la literatura y el arte, pero no tenía muy claro si el tema le cuadraba. Al principio de la mañana la que le había invitado a dar su conferencia me explicó que lo había hecho simplemente porque le veía muchas afinidades con la escritora americana, aunque no la había leído en absoluto hasta entonces. De ahí el título «Flannery O'Connor y el rezagado». El otro miedo mío era cómo los yanquis del Congreso le iban a entender: hubo traducción simultánea.

Tuvimos la sesión en el pabellón de Estados Unidos de la exposición de 1929, una recreación de una casa colonial californiana muy bonita y sobre todo con aire acondicionado: hacía 40 grados fuera.

Me acerqué a Andrés y a Miriam, su mujer, y me encontré a dos personas encantadoras, de una amabilidad y una cordialidad grandes. Podría haber estado horas hablando con los dos.

La conferencia fue excepcional. Yo, que le he estado oyendo otras suyas recientes (por ejemplo una absolutamente magistral sobre el Rastro) creo que ha llegado a un estado de felicidad creadora único, por lo demás algo perfectamente lógico en quien se ha pasado la vida escribiendo y leyendo con atención, sensibilidad y criterio.

Sólo pondré aquí alguna cosa que me anoté:
-La comparación con Gutiérrez Solana, que me pareció muy interesante. Habló más sobre la relación de escritores en su actitud común de piedad: ahí mencionó también a Chejov.
-Una palabra que nos regaló: binza, la película exterior de la cebolla.
-Le atizó a Harold Bloom por comparar el catolicismo de Flannery con el nazismo de Céline y yo me alegré infinito, porque tengo atravesado a Bloom y esa se la tenía guardada.
-Leyó un poema precioso de Unamuno y nos dijo que estaba, leído por el propio poeta, en youtube. Aquí lo tenéis:



Flannery O'Connor decía que su vida no le iba a interesar a nadie*, pero ahí estábamos en un Congreso hablando sobre el único beso que le dio Erik Langkjaer (leyeron, en dos días distintos, dos poetas distintos: Alfredo Félix-Díaz y Angela Alaimo O'Donnell poemas sobre ello y vimos en una película que presentaron allí al propio Langkjaer contándolo, el cabrito diciendo que fue «como besar a un esqueleto»). Y la propia Flannery lo reelaboró en La buena gente del campo
Yo también pensaba que lo más importante con Andrés Trapiello era leerle, pero estoy muy agradecido de haberle podido conocer.


*There won't be any biographies of me because, for only one reason, lives spent between the house and the chicken yard do not make exciting copy.

4 comentarios:

  1. Muy entretenida toda la crónica del congreso, gracias. Pero quería comentar ahora que el "Podría haber estado horas hablando con los dos" me ha dado mucha alegría: supongo que son dos cosas distintas, el "ídolo" (con todas las comillas que se quiera) y la "persona", que no tienen por qué necesariamente parecerse y caernos igual de bien. Pienso en varios artistas a los que admiro, y con los que seguramente no fuese capaz de entenderme, por no decir que habría grandes posibilidades de que no nos cayésemos nada bien; y me alegra que hayas experimentado lo contrario. Está bien eso de ahorrarse decepciones, por decirlo así...

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  2. Gracias por compartir con nosotros la voz de Unamuno, que no conocía. Nunca la hubiera imaginado así, tan... sencilla, tan verdadera.

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  3. Gracias por esta entrada, que me dará para mucho, lo intuyo.

    Un abrazo

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