miércoles, 26 de abril de 2017

Darle vueltas a la nada

Otra más para la serie: en esta entrada de hace diez años (ya tanto tiempo, ay) me hacía eco de un comentario de un amigo al verso «vestido de nada, como sueles», de Miguel d'Ors, referido a Cristo.
Seis años después, le añadía referencias al hilo.

Esta Semana Santa estuve releyendo el Libro de la Pasión de José Miguel Ibáñez Langlois, que d'Ors leyó e imitó. Ahí hay un poema sobre la transubstanciación en el que, de manera magistral, va hablando de cómo el pan deja de ser pan y que Cristo se hace nada ahí, en esos accidentes del pan, el tema tan inmenso y tan escalofriante del vaciamiento (kénosis κένωσις) de la divinidad en el Hijo, que se queda en el pan, que es la Eucaristía.
como llega el relámpago a su cita como una creación dentro de la creación entre el pan y Cristo está la bella la sin tiempo la
imposible nada
la nada con sabor a pan la nada con el blanco radiante
vestido del pan
que Cristo más rápido y desnudo y bello que el rayo se ha puesto sobre sí mismo como su radiante velo en un instante sin duración en una pura humillación total y ahora es Cristo el verdadero el profundo el indecible pan que como pan entra por la boca como un sol entra al basural de todos los bautizados en estado de gracia que lo devoran y rápidos como el rayo son devorados por Cristo pan.
Los accidentes del pan y del vino, en la caracterización tan exacta y tan limitada -claro, no hay mejor explicación hasta la fecha- de santo Tomás de Aquino son de lo que se viste Cristo, eso que no es nada, porque no es sustancia, no es algo subsistente: el subsistente es Cristo, vestido de esa nada, ese misterio terrorífico y el amor por mayúsculas en lo que parece pan.

Y ahora recuerdo también las menciones, muy frecuentes, de san Juan de Ávila a Cristo «envuelto en los pañales de los accidentes del pan».

2 comentarios:

  1. No digo nada que no sepas, pero también le he estado dando vueltas a esto por una clase que tuve la semana pasada sobre las quasi-definiciones de sustancia y accidente en santo Tomás. Para mi sorpresa, precisamente por el misterio de la Eucaristía, Tomás rechaza la definición de accidente como lo que existe en otra cosa, por "aquello a cuya naturaleza le pertenece existir en otra cosa". También cambia la de sustancia por "aquello a cuya naturaleza le pertenece existir en sí mismo". Algunas discusiones de la época se inclinaban por pensar que los accidentes que permanecían sin su sustancia tenían que convertirse en la sustancia misma, según la definición más típica de sustancia como "aquello que existe en sí mismo". Tomás dice que incluso en el milagro de la transubstanciación, a los accidentes del pan y del vino no les pertenece existir en sí mismo, sino que en otra cosa, así que siguen siendo accidentes. Es uno de esos ejemplos de cómo la fe ayuda a afinar en las discusiones filosóficas.

    Por cierto, yo esta semana santa estuve leyendo el Libro de la Pasión por primera vez... y creo que es lo más impresionante que he leído en mi vida.

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    1. Muchísimas gracias por el comentario, interesantísimo.

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