jueves, 15 de diciembre de 2016

Acabé los Sermones parroquiales de Newman

He terminado el octavo y último volumen de los Sermones parroquiales de Newman Si a mi yo de hace 25 años le hubiesen dicho que a estas alturas yo estaría acabando libros de sermones de Newman y a la vez las obras completas de san Juan de Ávila, no me lo habría creído. Pero a eso hemos llegado, a base de poquitos (y de la ayuda de la norma de piedad de la lectura espiritual).
No creo que ninguno de los sermones de Newman me haya parecido estúpido, erróneo o superfluo. Todos son admirables, como mínimo. Y luego hay párrafos como este, que dejo aquí con cariño para los repentistas que nos torturan en Misa con elucubraciones buenistas que llamamos «fervorines» y también «oración de los fieles», que los pobres creen buenos en cuanto que espontáneos:
Imitamos a todos los santos que nos han precedido, incluidos los santos apóstoles que jamás emplearon sus propias palabras en el culto solemne, sino las que Cristo les enseñó, las que el Espíritu Santo les enseñó o las que el Antiguo Testamento les enseñó. Esta es la razón por la que en la iglesia siempre oramos siguiendo un libro. Los apóstoles dijeron a Jesús «enséñanos a orar» y nuestro Señor se dignó darles la que se llama Oración del Señor. Por esa misma razón nosotros empleamos la Oración del Señor y usamos los salmos de David y de otros hombres santos, e himnos que se nos dan en la Escritura, pensando que es mejor usar las palabras de profetas inspirados que no las nuestras. Y por la misma razón usamos peticiones breves como «Señor, ten piedad de nosotros», «Oh Señor, guarda a la reina», «Oh Señor, abre mis labios» y otras parecidas, sin gastar muchas palabras, ni hacer frases redondas, ni permitirnos oraciones excesivamente largas.
(Qué bueno el toque inglés de rezar por la reina, incluso siendo como era una reina tan vulgar en el fondo como me da la impresión que debió de ser Victoria)

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