lunes, 28 de noviembre de 2016

Sólo hechos, de Andrés Trapiello


Buscando la portada del último volumen, esos billetes de tranvía capicúas tan chulos, para ponerla aquí, me he dado con la foto de un cuaderno de un volumen anterior:


Cuando empecé a leer los Diarios de AT yo pensaba que eran «sólo» eso, transcripciones de cuadernos. Luego resultó que no, que había una reelaboración entre medias. Después, el autor empezó a poner el peso en su carácter de novela. Lo mismo me dio y lo mismo me da: me gustaban muchísimo como diarios y lo mismo me gustan como novela, así que discutir sobre si son hechos, sólo hechos, los que salen en el libro es algo que sólo le interesa a Arcadi Espada, a quien se dirige el "Medio Prólogo" y con quien tuvo un debate este año sobre ficción y verdad que es el que da el tono singular de este volumen.

Estos libros están logrados, están vivos, han cuajado la receta de la literatura verdadera. Es como que te salga la mayonesa o no: a AT le ha salido la mayonesa con estos Diarios. Y de mil modos y con mil transgresiones a la receta, le sigue saliendo igual de buena. Que luego venga Arcadi discutiendo si en realidad habría que hacerla sin sal es algo que me deja indiferente.

«Sólo hechos» lo dice un personaje de Dickens. La serie de Diarios está presidida por una cita de Galdós. Justo en este volumen el autor relee Fortunata y Jacinta y se pasma otra vez de lo vivos que están sus personajes. Eso también lo logró Dickens: yo me acuerdo del Pip de Grandes esperanzas y es, como Fortunata, alguien que tuvo necesariamente que existir. El chiste es que también AT lo logra, del modo más difícil, con personajes «reales». Por ejemplo, yo sé (o conjeturo: no conozco los detalles, pero sé que la referente está años después vivita y coleando) que M. no iba a tener problemas en la revisión médica que se cuenta aquí, pero me alegra mucho, unas páginas después, enterarme de que «de hecho» no los tuvo.

Por lo demás, los hilos narrativos se van continuando entre volúmenes (como en las novelas de Galdós y Dickens): vemos irse marchando de casa a R., nos conmueve la madre de A., tan maternalmente madre, nos encontramos con aquel que leía El Progreso de Lugo y nos alegra saber que se casó con fortuna (y a continuación, dando un salto de diez años, se inserta el obituario de 2016, que leí yo en el periódico este verano «de verdad»). Volvemos a ponernos al tanto de cómo les va a Gimferrer y Vila-Matas, nos alegra que vuelva a aparecer Carlos Pujol (aunque con el velo de la muerte sobre él, eso también lo sabemos por «los hechos»), nos emocionan los encuentros con Delibes y con.Ramón Carnicer. Y me sigo riendo con cada «y no escribió más nada».

Por eso Sólo hechos: es una portada de billetes de tranvía capicúa, que pertenecen a una colección estrafalaria que pretende agarrar –como toda colección- la complejidad de vida: pero la vida se escapa. El libro, que empieza con descripciones cristalinas de paisajes a buril (sobre todo en Las Viñas), termina, en un crescendo impresionante (en el que sólo hay una descripción, ahora de lluvia con niebla), con el protagonista viéndose reflejado en los demás, figura compleja, entre la murria y la pena con momentos de alegría y con esa conciencia de un entrecejo que –es la primera vez que lo leo y es clave- se le nubla ante personas y cosas y que lo convierte en un espíritu de contradicción, alguien a la contra, lo que le ha traído innumerables problemas pero a mí me lo ha hecho tan cercano en algunos aspectos.

«Y cuando aquí se dice nadie, y pese a que esto sea una novela, fue nadie, o sea, cero asistentes» (433), dice a propósito de una conferencia sin público que dio (y con la que se compró la colección de billetes capicúa): por mí podría haber asistido media humanidad, lo mismo me da. Son sólo hechos y son verdaderos, asistiese alguien o nadie o casi nadie.

Al poco de empezar este volumen pensaba que -si Dios quiere- habrá veinte volúmenes más tras estos veinte, que iré leyendo y releyendo con placer. Mientras, lo que me daba pena era ver cómo éste  se me iba acabando demasiado pronto. Ya se me ha acabado, ay. Bueno, tenemos youtube:

4 comentarios:

  1. Lo siento Ángel, yo me acabo de enterar por ti de su publicación ¡y me queda todo por leer!

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  2. A mí también me gusta muchísimo el Salón. Me quedan por leer la mitad de Locuras y esta nueva entrega, de la que me entero por tu blog. A veces me parece que soy la única persona de mi país (Estados Unidos) que haya leído estos excelentes diarios. Es más, en mi país no hay ni un sólo escritor de realidades al que se le puede comparar (a Trapiello, quiero decir).

    También me gusta mucho el diario del peruano J. R. Ribeyro.

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    1. He oído hablar muy bien de los Diarios de Ribeyro. Sí que leí los cuentos, que me gustaron mucho.

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