Continuas victorias pírricas

Caí en la cuenta estos días de que llevo una racha continuada de victorias en todo tipo de apuestas internas que me he ido haciendo, en lo deportivo y lo político, no importándome ya nada el fútbol y desapegado como estoy de la melée mediática.
El hecho es que tomar partido siempre en la alternativa me parece lo natural, al menos para no refugiarme en esa actitud de «extremo centro» de algunos columnistas de éxito y «prosa cipotuda» (qué etiqueta y qué artículo afinado) y -Dios me libre- aborrezco todo lo que tenga que ver con esa «socialdemocracia de derechas» que nos gobierna por nuestros muchos pecados. Aunque peor sería caer en los zapaterismos podémicos que tan alegremente ha votado la clase intelectual española, esos que se abanican y resoplan pensando que pueda ganar Trump. No sé si será por eso, pero secretamente hasta ahora (y públicamente aquí) estoy suspirando por que gane él (o por ver que pierda Hillary). Luego me arrepentiré, igual que me dio penilla la hinchada del Atlético. O me dará pena enterarme de efectos del Brexit en gente más cercana, por más que el corte de mangas a gentuza como Juncker fuese tan refrescante. O que las mil patadas que me dieron unas declaraciones de Feijoo sobre el aborto fueran justo después de haber respirado aliviado al ver que habían perdido las diversas variantes de nacionalismos/podemismos en Galicia. Pero al menos un día de ver al New York Times, los católicos progres yanquis y todos los comentaristas y corresponsales españoles retorciéndose y anunciando el apocalipsis, eso sí que me apetece. Es como cuando Bush le ganó a Kerry, qué gustazo aquel día (aunque los dos, vistos ahora, bien podrían ser de centro).