viernes, 28 de octubre de 2016

Traumas infantiles embarrados

Ayer un estricto contemporáneo mío recordaba los «dibujos animados checoslovacos» que nos marcaron de pequeños (y seguramente no para bien). Ahora, si los viera, seguramente me interesarían: yo recuerdo dibujos muy esquemáticos, grandes espacios de colores homogéneos, argumentos lentos. Sí, debía de ser un experimento «pedagógico» pagado por la CIA a través de alguna Universidad modernilla yanqui, para ver si cambiábamos de «marco narrativo» o creábamos «esquemas constructivistas» progresivos.

Ya puestos a remover estratos dañados de la psique infantil, hace poco me acordé de uno de mis grandes traumas televisivos, la serie de la RAI de Pinocho. Aquí tenéis un capítulo. La única palabra que se me ocurre es «terrorífica». El recuerdo es que gracia no me hacía ninguna, aunque viéndolo ahora supongo que sus autores pensarían de otro modo. Yo lo que recuerdo es el frío terrorífico que sentía viéndola, el miedo que me daba, la sensación de soledad, abandono, abusos, todo en las espaldas del pobre niño.

Yo creo que de ahí me vino el amor a los sillones, las chimeneas encendidas y los espacios recogidos. Y también el rechazo invencible que siento ante las películas en las que sale barro, en cualquiera de sus variantes: por ejemplo todas las supuestamente medievales.

Mirad, mirad: frío, terror, barro, polvo, suciedad:



Bueno, os dejo entretenidos con esto, vuelvo en unos días. No lo enseñéis a niños: escarmentad en mi. 

[Por cierto, que me encontré esta frase de mi Flannery O'Connor: «I could never stand Alice in Wonderland. It was a terrifying book. So is Pinocchio.» (Carta, 14 junio 1958)]

2 comentarios:

  1. Recuerdo el malestar que me provocaba Pinocho, así como una aprensión difusa. No digamos los dibujos checos. La comparación de éstos con la alegría de vivir de los Picapiedra, esa familia de la gran generación norteamericana, quizás fue un motivo muy poderoso para mi declarada elección a favor de la libertad y del libre mercado,
    Saludos.

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  2. Por cierto, la música tiene cierto parecido a la de Angelo Branduardi.

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