Estaba todo contento de lo que me iba encontrando en el Arqueológico y ya fue cuando decidí ver a los griegos, dejando pasar con pena a romanos e iberos (y con menos pena a egipcios y prehistóricos, que nunca me han llamado mucho la atención, esa es la verdad).
Y fue una suerte ir después a los griegos, porque la «musealización» de la estimable colección que tienen era penosa. Todo muy moderno, pero los textos de entrada a las salas eran de llorar de pena, como si uno de primero de Historia hubiese hecho un trabajo a base de leer algún libro de la escuela francesa, pero sin pillar lo fino; mucho Vernant, mucho Loraux, mucho Vidal-Naquet, pero pasados por la turmix y reducidos a papilla ridículamente políticamente-correcta.
Y además, los vasos estaban a la altura de un enano, para que no los pudiese ver nadie, caso de que comprobase en ellos lo ridículo de los carteles.
Pero para que no penséis que me quemo sin motivo, aquí va una prueba del delito:
No podían evitar, de todas maneras, amargar del todo la maravilla de vasos como la Copa de Aison:
O la hidria en la que Heracles y Apolo luchan por el trípode de Delfos:
Si no sabías que son las grebas, abajo a la derecha están (=unas espinilleras).
De lo demás, solo voy a poner el sarcófago de Astorga, tan chulo:
¡Qué cabrones machistas, estos griegos!
ResponderEliminarPero "que, con frecuencia, la vida se encargó de desmontar" me suena a "Lo que verás después te sorprenderá." me imagino a Angel corriendo por los pasillos para ver una vasija con la primer marcha feminista de Atenas.
EliminarY ¡qué hermosas, las aqueas grebas!
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