miércoles, 18 de mayo de 2016

El cielo prometido, de Gregorio Luri

El domingo por la tarde acabé el libro y me acordé de que tenía Las religiones políticas de Eric Voegelin, así que me puse a leerlo (bueno, sólo el prólogo*). Y luego estuve con Theodora de Haendel, justo con alguna de esas canciones tan conmovedoras de los cristianos antes de ser llevados a la muerte por no someterse al César.

El libro de Gregorio Luri está escrito con precisión y una soltura tal que hace la lectura fácil, entre una maraña de personajes más enlazados de lo que parece de primeras. Yo del tema no tenía ni idea, pero me da la impresión de que es un estudio muy valioso sobre la cuestión, porque es primero y sobre todo una monografía de historia, de rigor exquisito. También es un cauce de reflexiones sobre la historia encima o debajo de la filosofía y la moral, sobre las esperanzas seculares (fallidas al final). Podría ser también una exploración sobre la utopía y su sentido**.

A mí me dejó triste: los protagonistas, Caridad Mercader y su hijo Ramón, el asesino del piolet en la cabeza de Trotsky, representan mucho de lo que dominó el siglo XX para lo peor (y que amenaza, no sé hasta qué punto, con volver).
Por otro lado, es el libro más autobiográfico de Gregorio, sin tratar nada sobre él. Sí que aparece como personaje que investiga, mueve Roma con Santiago y no deja papel sin mirar, en un terreno por un lado muy estudiado y por otro lleno de trampas, versiones interesadas y mentiras. El haber podido recoger los recuerdos de gente cercana, especialmente dos que fueron niños tratados con predilección por Caridad Mercader, persona que por lo demás me resulta extremadamente repulsiva, es fundamental para que no caigamos en la trampa de convertir en malos de raíz a dos personas que simplemente hicieron el mal y estuvieron profundamente equivocadas y causaron daños extremos, empezando por sus familias. Yo, que nunca tuve la tentación del comunismo (y me he librado de la vergüenza de presumir de haber sido comunista de joven, como tantos ahora) y que soy lo más contrario que se pueda ser a la idea de revolución en todos sus aspectos, puedo leer gracias a esos niños sus recuerdos sobre una mujer como esa, pero un ser humano al final. Gregorio podría haberse cebado en ella o en su hijo, pero sin ceder nada a la verdad de los hechos, nos los muestra como fueron, sin sentimentalismos ni moralismos baratos.

Y hablaba al principio de Voegelin porque en ese prólogo responde a los que le acusan de parecer que no habla mal del nazismo, él que escribió ese ensayo nada menos que en 1938 y que tuvo que huir de Viena para que no se lo cargaran. Y a continuación explica que las religiones políticas (el nazismo, el comunismo) son brillantes como el demonio pero sobre todo son una manifestación de la brillantez del mal, en una caracterización que casi parece maniquea, pero que me ayuda un poquito a entrever una mínima respuesta a la pregunta que soy incapaz de contestar: qué le ven y qué le vieron al comunismo para que les atrajera.
Yo al comunismo no le reconozco ni la buena intención, le acuso de maldad intrínseca, por muy buenas que sean sus supuestas promesas, pero no sé si puedo condenar a los que se lo creyeron, especialmente los de la primera mitad del siglo XX; a los que lo siguen defendiendo no, porque deberían haber visto sus efectos arrasadores. Respecto a su carácter de religión, en el que Gregorio va insistiendo con frecuencia, yo creo que es una parodia de la religión y una religión de la maldad a partir de los buenos sentimientos. No sabría explicarlo mejor, pero yo solo puedo decir que hay una religión verdadera, otras que participan de esa verdad más o menos limitadamente y parodias crueles. Pero por ahora solo puedo poner canciones como las de Teodora de Haendel.


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* Para meterse en serio con él hay que prepararse; ya lo aprendí con varios volúmenes -en la pista de Flannery O'Connor- de su Orden e historia, tan impresionantes.

**Si supiera más filosofía diría: sobre la exploración (de la falta) de sentido, así, con paréntesis en medio, como los franceses.

6 comentarios:

  1. Me extraña por partida doble lo que dices de ese dvd de "Teodora" de Haendel en el texto de agosto 2015. Primero porque un oratorio es una obra lírica religiosa que se representaba sin puesta en escena, ni decorado, ni vestuario ad hoc. Y segundo porque Sellars es un tipo muy poco serio, por no decir frívolo o incluso ridículo. ¿Imagina uno los oratorios de Bach, es decir sus Pasiones, con una puesta en escena como ésa de Sellars? Doble sacrilegio: artístico y espiritual.

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    1. De hecho las Pasiones de Bach han sido puestas en escena por Peter Sellars, o para usar el término empleado por Sellars, "ritualizadas".

      Y mientras la de San Juan me dejó frío ( y eso que era mi favorita, contra el criterio mayoritario) la de San Mateo me entusiasmó.

      El video es muy deficiente, pero para que se haga una idea aquí puede ver - o intuir - la puesta en escena en un aria.

      El Erbarme dich no tiene puesta en escena, ni la necesita.

      He puesto dos fragmentos, con Magdalena Kozena ( que no es mi favorita del reparto vocal ) pero la obra merece mucho un visionado y escucha completos para hacerse una idea.

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  2. A propósito de Haendel, su menuet HWV 434 transcrito para el piano por W.Kempf e interpretado por la gran Anne Queffelec:

    https://www.youtube.com/watch?v=NFv901vCo6M

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  3. Y el sublime: "Se pietà di me non senti" de su "Giulio Cesare" en la versión no "barroquera" de Tatiana Troyanos & Karl Richter :

    - Cleopatra:

    Se pietà di me non senti,
    giusto cieli, io morirò.
    Tu da pace a' mei tormenti,
    o quest'alma spirerò.

    https://www.youtube.com/watch?v=LV2qg6BraPE

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