miércoles, 6 de abril de 2016

Rémi, Pego y Gregg

En el libro-entrevista le pregunta Giulio Brotti  a Rémi Brague por el «diálogo» que, aventura, como mucho «serviría para prevenir conflictos y favorecer las tareas socio-filantrópicas de las respectivas comunidades», en cuanto que se parte de la base de que «en el imaginario colectivo actual, casi todas las religiones monoteístas serían equivalentes» (cita a judíos, cristianos, musulmanes y sikhs):
Cuando oigo la palabra «diálogo» estoy tentado de desenfundar, no diré que una pistola, pero sí todo mi escepticismo. Demasiado a menudo no se asiste a otra cosa que a monólogos paralelos envueltos en azúcar.
[dudas sobre si el diálogo interreligioso da de hecho resultados]
¿Las religiones monoteístas? Le agradezco que haya añadido a la letanía de las «tres religiones monoteístas» a los sikhs. ¿Y por qué no los baha'i y los mormones, sin olvidar al faraón Akhenatón y a todas las religiones que surgen en los Estados Unidos al ritmo aproximado de una cada diez años? Todos se dicen monoteístas. Sin embargo, sería un error reunirlas en una misma categoría ya que el modo en que estas religiones conciben la unicidad de Dios es diferente. Todas ellas no admiten más que un solo Dios, pero no admiten del mismo modo este ser «uno solo». El supuesto «diálogo» no suele servir para mucho más que para pagar el avión y el hotel a un pequeño grupo de profesionales de las maneras aterciopeladas.
Sobre lo que piensa del Islam el poeta Adonis (y cómo nos retratamos nosotros en el espejo de nuestra reacción ante ello), tenéis que leer esta entrada excelente de ayer de Cavalcanti (o de su heterónimo Armando Pego).

Y ayer mismo, un rato después (¡estas coincidencias cósmicas!), leí este artículo de Samuel Gregg y es de quitar el hipo: «De vuelta a Ratisbona. Diez años después, Occidente todavía en estado de negación» (Regensburg Revisited: Ten Years Later, A West Still in Denial).

1 comentario:

  1. Acabo de leer lo de Cavalcanti y dejo en pendiente lo de Gregg. ¡Dios mío! No llegamos al fondo de Ratisbona, aún 10 años después. Impresionante y clarividente.

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