En la merienda, me como un quesito de El Caserío: abro el envoltorio de plata con la tira roja que sobresale en ángulo de cuarenta y cinco grados del borde que se abre de la punta del triángulo.
El queso es secocremoso y zas, ahí estoy, en la ventana de la cocina, mirando la tarde oscureciéndose en Castrojeriz.
Luego me he acordado de algunos quesitos que se ponían malos justo por la punta. También de que me hacía una especie de bocados de nueva cocina espachurrándolos entre dos galletas maría. No recuerdo que el experimento supiera especialmente bien.
La tira roja no la había entonces. Ha sido todo un avance tecnológico.
ResponderEliminarUntados en pan eran la gloria...
ResponderEliminarYo era más período Chocolastense. De siempre.
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