viernes, 7 de marzo de 2014

En Montecelo

Estos días de retiro estuve leyendo con grandísima emoción el libro tercero de las poesías de fray Luis, sus traducciones prodigiosamente sencillas de algunos salmos, del Libro de Job en tercetos y del Cantar de los Cantares en octava rima. Casi lloro literalmente al ver cómo se cumplía -cuatro de los cinco días diluviando- esto del salmo 41:
Y ansí viene llamada
una tormenta de otra, y con rüido
descarga una nubada,
apenas que se ha ido
la otra, y de mil olas soy batido.
El quinto día estaba todo solo nublado y era una gran mejora. Salí a rezar a la tumba de don Diego. Por el camino le hice fotos a las flores, por muy pequeñas y pobres que fuesen:



Me llamó la atención esto (todo llama la atención si has estado cuatro días bajo la lluvia). No sé, quizá la perspectiva extraña o quizá es que estoy pasado de vueltas:



Me acerqué a buscar otra vista, pero no conseguí un encuadre bueno central porque de la casa de al lado salió una señora que me preguntó que por qué le hacía fotos a aquello.
Yo retruqué que por qué no.
Me replicó que aquello no era antiguo: oh, una verdad como una casa.
Me preguntó que si venía del Pazo: reconocí que sí, que iba al cementerio.
Pues allí estaba su marido.
Se ofreció a darme la llave y me la dio. Y me dijo para rematar que ahí estaban los señores (se refería a don Diego y otros del Opus Dei enterrados en un Panteón).

Y la mañana del jueves, cuando ya nos íbamos, el sol se rió de nosotros poniéndonos el jardín así:

2 comentarios:

  1. Primula vulgaris, la flor. Me encanta el caseto: un quiero y no puedo de hacer un pazo de bloques de cemento. Y me encanta el Pazo; echo de menos ese jardín, y las clivias de las macetas de la gran escalera...

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  2. Poco humilde, a mi parecer, lo de que "el sol se rió de nosotros". Tiene cosas infinitamente mejores que hacer, y desde luego no somos tan importantes. Corresponde agradecer su visita, y no reprocharle que no llegara antes. Cómo debió hermosear ese paisaje tan persistentemente acariciado por la lluvia, y que es así justo a causa de esa persistencia. Como los orientales saben mejor que nosotros, y recordando lo del "Primula vulgaris", nada es vulgar en la naturaleza, ni quizá en ningún otro sitio..., si se sabe mirar. Y si no se sabe, ¿no será en nuestra mirada donde está la vulgaridad, la inconveniencia, lo extemporáneo? (Digo. Y Bashô también lo hubiera dicho, me parece).

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