viernes, 27 de septiembre de 2013

Waugh sobre México

He terminado de leer otro libro de Evelyn Waugh: Robo al amparo de la ley, un reportaje de 1939 sobre las expropiaciones de petróleo y al final sobre México. Empieza fuerte:
Permítame el lector advertirle que cuando fui a México era conservador y que todo lo que vi confirmó mis opiniones. Creo que por naturaleza el hombre es un exiliado y que nunca será autosuficiente o perfecto en esta tierra; que sus oportunidades de ser feliz y virtuoso aquí son más o menos constantes a lo largo de los siglos y que, por lo general, las condiciones económicas y políticas en las que vive no le afectan mayormente; que el equilibrio entre el bien y el mal tiende a concretarse en una norma; que los cambios repentinos en las condiciones físicas son generalmente nocivos y que son auspiciados por personas y razones equivocadas; que los intelectuales comunistas de hoy día tienen fundamentos personales pero irrelevantes para su antagonismo con la sociedad que intentan explotar. Creo en el gobierno; que los hombres no pueden convivir sin reglas, pero que éstas deben mantenerse al nivel de seguridad mínimo; que Dios no ha decretado una forma de gobierno mejor que otra; que los elementos anarquistas en la sociedad son tan vigorosos que mantener la paz es una labor a tiempo completo. Creo que la desigualdad de bienes y posición es ineludible y que, por lo tanto, carece de sentido discutir las ventajas de su eliminación; que los hombres encuentran de manera natural su lugar en un sistema de clases; que tal sistema es necesario para toda suerte de empresa conjunta, en particular la de mantener unida a una nación. Creo en la nación; no en términos de raza o de destinos divinos para la conquista del mundo, sino sencillamente así: inevitablemente la Humanidad se organiza en comunidades de acuerdo con su distribución geográfica; al compartir una historia común, estas comunidades desarrollan características comunes y estimulan la lealtad local; la familia individual se desarrolla más feliz y en plenitud cuando acepta estos límites naturales. No creo que la prosperidad británica deba ser necesariamente hostil, pero si en ocasiones lo es, quiero que Inglaterra prospere y no sus rivales. Creo que la guerra y la conquista son ineludibles; así se ha forjado la historia y así es como va a desarrollarse. Creo que el arte es una función natural del hombre; da la casualidad de que buena parte del arte más grandioso ha surgido dentro de sistemas de tiranía política, pero no creo que tenga relación alguna con un sistema en particular, mucho menos con un gobierno representativo, como se ha vuelto una creencia popular en estos días en Inglaterra, Estados Unidos y Francia; los artistas siempre han dedicado algo de su tiempo libre a lisonjear al gobierno que los rige, así que es natural que, ahora, los artistas ingleses, estadounidenses y franceses sean veleidosamente democráticos. Leído este breve compendio de las opiniones políticas que llevé conmigo a México, al lector que le parezca poco compasivo puede mandar el libro de vuelta a la librería y solicitar alguno más tranquilizante. Dios sabe que encontrará de sobra (Prólogo, 32-33).
No se le podrá acusar, pues, de hidden agenda, a Waugh.

No se cansa de alabar el arte colonial y de echar pestes tanto del arte precolombino (esas monótonas pirámides) como de los muralistas revolucionarios (82: "enormes y chabacanos frescos de Diego Rivera"). Frente a esa retórica indigenista y ese arte propagandístico, Waugh es partidario de profundizar la herencia española (82-83), no por española: por civilizatoria.

Es muy duro también con los gobernantes de después de la colonia: "en una generación se arrasó con el trabajo de tres siglos de dominio civilizado dejando la nación en la bancarrota, desacreditada en el extranjero y dividida en odios irreconciliables en el interior" (150).

Pero la suya no es una actitud paternalista. Hay por ejemplo una muy fina comparación con el sistema de la 'civilizada' Inglaterra (159):
Las elecciones, incluso en países racialmente homogéneos, con educación extendida y una tradición de servicio público desinteresado, son guías caprichosas; en Latinoamérica siempre han sido ridículas. En varias partes del mundo hay diversos medios de asegurar las elecciones: un candidato puede comprar los votos a la antigua usanza inglesa, con dinero contante y sonante; a la nueva usanza inglesa, con promesas de pagar con fondos públicos una vez elegido; puede desalojar a sus oponentes de su casa de campo o dispararles con ametralladoras en las calles de Cicero; los mexicanos, en su mayoría, prefieren dejar las papeletas sin contar y servirse de las listas elaboradas en las oficinas generales del partido.
Me gustó sobre todo la segunda parte del libro, después de la parte histórica, porque sé muy poco de historia de México y me perdía.
A Waugh se le ve fascinado por ese país, sobre todo por los católicos mexicanos, con sus problemones y sus grandes pecadores (su amigo Greene estuvo por allí: de ahí El poder y la gloria), pero de todos modos. Me dio la impresión de que la élite le parece detestable y la gente común, admirable, algo que me ha dicho mucha gente a mí también.

Lo que no sé es qué les pareció este libro en México cuando se publicó y después. La progresía intelectual debió de odiarlo con todas sus fuerzas (empezando por ningunearlo, claro).

14 comentarios:

  1. Qué chulo es Waugh. Qué bien lo dice todo. Mi tentación ahora es NO leerme el libro, o sea, que tú me hayas hecho de barbero del rey de Suecia, porque la sensación que tengo es que aquí en la nota de lectura tuya está todo el nervio de la cosa. Da la impresión de que no cabe más, aunque sí, supongo, datos y anécdotas, pero más nervio no, ¿no?

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  2. Pues no sé si ponerme a presumir de haber hecho una selección a la altura del barbero del rey de Suecia. El libro, como todos los de Waugh, merece la pena, claro..

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  3. El capítulo sobre el vecino del norte es buenísimo.
    JLC

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  4. De que ni el titular del blog ni los comentaristas hayan dicho nada al respecto, deduzco que nada tienen que objetar a las ideas que ahí expresa Waugh. Diría que eso me sorprende, si no fuera porque uno, a estas alturas, se sorprende ya por muy pocas cosas. Corto y pego solamente un par de ellas, a modo de muestra, ya que si no esto podría hacerse eterno:

    "que, por lo general, las condiciones económicas y políticas en las que vive [el hombre] no le afectan mayormente". O sea, que "no afecta mayormente" el que uno haya nacido y pasado su vida, un poner, en España (o, en general, en un país de los llamados "desarrollados") y no, por ejemplo, en Somalia. Pues si le parece poco "afectar" el que tenga elevadísimas posibilidades, en el segundo caso, de no pasar siquiera de la infancia, o que difícilmente pueda dedicarse a otra cosa que mantenerse vivo, a sí mismo y a su familia... Supongo que, de acuerdo con esa peculiar muestra de inteligencia, estará convencido de que si, otro poner, hay, y siempre (que se sepa) ha habido, más escritores valiosos (o artistas, o científicos) en Inglaterra que en toda el África subsahariana junta, es sólo porque los hombres de allí (porque hombres serán, ¿no?) son más vagos, o más tontos, o Dios sabe qué más. Ay, Señor.

    "los artistas siempre han dedicado algo de su tiempo libre a lisonjear al gobierno que los rige". Por eso, sin duda, ha habido tantos artistas, en la Rusia soviética como en Cuba, en el Chile de Pinochet o en la Argentina de Videla, en la Alemania nazi y en tantos otros sitios, que han sido encarcelados, torturados, exiliados o muertos, ellos y/o sus familias. Sin duda, si Mandelstam o Víctor Jara murieron tan jóvenes fue porque se pasarían un poco con las lisonjas, digo yo. Y repito: Ay, Señor.

    Y podría seguir, pero pa qué.

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  5. Anónimo, respecto a lo primero: se ve claro por el texto que se está refiriendo a la condición humana en general ("Creo que por naturaleza el hombre es un exiliado") y a que más o menos hay oportunidad de ser feliz en todas las circunstancias. Es discutible, dicho así, pero supongo que los estoicos estarían de acuerdo. Me ha venido a la cabeza "Un día en la vida de Ivan Denisovich", de Solzhenitsyn, una "demostración ficcional" de esto.
    Respecto a lo segundo, basta ver cómo los que reciben todos los premios en todos los sistemas políticos halagan lo políticamente correcto. Por ejemplo, ahí tienes a Javier Marías, Juan José Millás, Arturo Pérez Reverte, por decir solo tres. El ir de malote forma parte de la pose. En la Argentina de Videla estaba Borges. Los grandes escritores, como Waugh o Mandelstam, siempre están en otro orden: por eso son grandes.

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  6. Yo creo que, efectivamente, hay oportunidad de ser feliz en todas las circunstancias. Recuerdo el caso de un adolescente enfermo de cáncer, del que finalmente murió, y que era él quien animaba a los que tenía alrededor. Pero lo que EW afirma es, a mi parecer, cosa bien distinta. Dice que, vuelvo a citarlo, "las condiciones económicas y políticas en las que vive no le afectan mayormente". Si él mismo hubiera nacido en una familia de agricultores o proletarios en la que (como tantos entonces) no hubiese podido aprender ni siquiera a leer y escribir, sin duda hubiera podido ser feliz; lo que no hubiera podido ser es Waugh, o no al menos el Waugh que conocemos. Si eso es no verse "afectado mayormente", como suele decirse, que venga Dios y lo vea.

    Y, respecto a mi otra objeción, yo no dudo de que ha habido siempre artistas obsequiosos con el poder; eso es obvio. Lo que me extraña (es más, me asombra) es que Waugh, al decir, como literalmente dice, que "los artistas siempre han dedicado algo de su tiempo libre a lisonjear al gobierno que los rige", ignore olímpicamente la existencia de tantos artistas que, precisamente por no "lisonjear al gobierno que los rige", han pagado en muchas y muy diversas formas (y a veces con moneda tan dura como la cárcel, el exilio, la tortura o la muerte, para sí y para los suyos) justamente su falta de complacencia con "el gobierno que los regía". Y basta recordar al respecto, como ya hice antes, la Rusia de Stalin, y la larga lista de creadores (Mandelstam sólo es, tristemente, una gota en semejante mar) que tuvieron que pagar ese precio. Estimo el esfuerzo que haces por hacerle pensar algo bien distinto de lo que dice, pero yo me atengo a sus palabras.

    Y, como dije, son sólo dos ejemplos. Pondré otro. Dice que "No creo que la prosperidad británica deba ser necesariamente hostil, pero si en ocasiones lo es, quiero que Inglaterra prospere y no sus rivales". Ni la más ligera alusión a la posible justicia o injusticia de las causas. Aunque Inglaterra no tenga razón, que gane, que para eso soy inglés. Supongo que, con los mismos argumentos, un alemán de su tiempo podría legítimamente desear el triunfo de los nazis.

    No, oiga: "las condiciones económicas y políticas" pueden ser no sólo influyentes, sino determinantes, en la trayectoria profesional o vital de una persona, y pretender que si el propio EW hubiera nacido en una familia de campesinos del África subsahariana, de ésas que se mueren de hambre como moscas en cuanto hay sequía, y a veces sin que la haya, eso no le "hubiera afectado mayormente", me parece sólo un chiste (malísimo, eso sí). Que todo artista se dedique (él no contempla excepciones) a halagar al gobierno de turno, después de los ejemplos que he puesto (y mil más que podría poner), pienso que ni a chiste malo llega. Y que uno haya de apoyar en todo caso y sin matices (que él, una vez más. no contempla) el triunfo de nuestra nación, prescindiendo enteramente de la justicia o injusticia de su causa, un sentimiento por lo menos peculiar en un cristiano (y en un simple ser humano, por cierto, al que no sea enteramente extraña la noción de lo justo).

    Que, al menos, en la Chanson de Roland se decía que "Païen ont tort e chrestien ont dreit", o sea, que el problema del bien y el mal al menos se contempla, aunque sea para decir que los nuestros son los buenos y los otros son los malos, sin matices ni excepciones, y no hay más que hablar. Pero para Waugh, tal como ahí se expresa, el triunfo de los suyos simplemente está por encima (o por debajo, según se mire) de la moral: "con razón, sin razón o contra ella", como dijera Unamuno. Pues no, mire, oiga, don Evelyn, hay un bien y hay un mal, y no siempre y por definición están de parte de nuestro equipo. Y eso es cosa que, aunque usted prefiera desentenderse, tiene alguna importancia.

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  7. Supongo, Anónimo, que Waugh hablaba de ser feliz. Seguro que le gustaría que uno pudiera ser escritor, pero eso en 1938 lo podían ser unos pocos de una pequeña parte del mundo.
    Y en 1938 no se sabía nada de lo que estaba pasando con gente como Mandelstam. Curiosamente muchos escritores (no Waugh) fueron a Rusia y ni se enteraron.

    Y lo de preferir que gane Inglaterra es una suposición en el caso de que tenga que ganar alguien, que eso es lo que está implícito. No quiere que gane Inglaterra inmoralmente: eso es una distorsión de sus palabras. Y Waugh luchó en la Segunda Guerra Mundial contra Alemania.

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  8. En fin. Yo no digo que prefiera que gane Inglaterra inmoralmente; digo, y es así, que ahí no contempla para nada los problemas morales implicados en una guerra, como si no existieran. Y existen, y son importantes; esenciales, más bien. A mí me parece honestamente que mucho de lo que dice es muy discutible y parcial, y lo señalo con ejemplos.

    Las condiciones económicas y sociales son importantísimas, y si él mismo no hubiera nacido donde lo hizo (tanto geográfica como socialmente), eso sí le hubiera "afectado mayormente", en contra de lo que afirma; muchísimos artistas no han dedicado nada de su tiempo libre a "lisonjear al gobierno que los rige", y a bastantes, además, eso les ha costado muy caro, y no sólo en la Rusia de Stalin, que no era más que un ejemplo, ni el el siglo XX, del que he tomado los míos sólo porque estaba más a mano; y no parece defendible pretender que, en caso de enfrentamiento, ganen siempre los nuestros, sin plantearse siquiera que a lo mejor no siempre tienen razón sólo por serlo.

    De modo que, reescribiendo humorísticamente (o no tanto) a Gorucho, ésos serán sus principios, pero a mí no me gustan ni me convencen, razón por la cual tengo otros. En los que sí existe y sí importa muchísima gente que, por haber nacido en "condiciones económicas y políticas" gravemente desfavorables, no ha podido ni de lejos contar con las oportunidades que EW sí tuvo; en los que sí se tiene en cuenta a los muchos artistas que, incluso a costa de sus vidas, no se dedicaron a "lisonjear al gobierno" que los regía, o en los que antes de preguntarse si quiero que ganen los míos se pregunta uno si es o no justa la causa que defienden, porque antes que nada, y como dijera Camus, "mi patria es la justicia".

    Yo, en resumen, veo a aquí EW muy desinformado y muy frívolo. Y en cosas a las que la frivolidad le sienta, con perdón, como a un Cristo dos pistolas.

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  9. Magnífica recomendación. Lo último que leí de Waugh fueron sus cartas sobre el sufrimiento que padeció al final de su vida al ver el deterioro de la liturgia. Lleva un prólogo muy esclarecedor. A better trial

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  10. A Emilio, el libro me suena haberlo visto comentado en algún sitio.
    Y con esto, he tenido en esta entrada a cuatro excelentes poetas comentando: impresionante.

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  11. Da gusto leer entradas como esta y sus comentarios. Como los del otro día de Cervantes, magistrales.
    Waugh es genial. Tiene ideas propias, cosa rara siempre. Originales y en contra de las modas.
    Lo del las condiciones económicas...no debe llevarse a extremos ridículos que lo hagan pasar por un imbécil. Pienso que debe entenderse como una oposición al determinismo, tan en boga entonces y ahora. Entiendo que esos condicionantes políticos económicos hacen referencia a situaciones relativamente homogéneas.
    Su ironía frente a la “sacralización” del sistema democrático no puede ser más certera y divertida. Lo de la compra de votos con fondos públicos sigue de plena actualidad, en España, y concretamente en esta Andalucía mía, donde persiste un Régimen EREditario.
    Lo de que los artistas están con el poder, generalmente, no es más que una verdad bien evidente. Con sus excepciones, claro. El “artisteo” español, (los que se autodenominan artistas, que hoy es cualquier cosa, cómicos incluidos) lo deja bien claro.
    Respecto a las doctrinas utópicas de igualdad a toda costa, es clarividente. Hoy muchos no se han enterado todavía.
    Y lo que más me gusta es el “revisionismo” de la papanatería imperante, el buenismo, el indigenismo y la maldad de las civilizaciones conquistadoras, tan burdo y demagógico. Lo mismo va a ser la Catedral de México que las pinturas patéticas de Rivera…
    …Y el concepto sencillo, y natural de nación, sin grandilocuencias ridículas. Hombre, no creo que él se refiera a situaciones de injusticia flagrante. (Su lucha antinazi lo demuestra) Creo que habla más bien de casos de semejanza entre naciones. En tal caso “ tira para los suyos”, lógico y natural, yo también.
    En fin una delicia…
    Gracias.

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  12. Hay que agradecer a Anónimo la generosidad con la que ha ejemplificado a la lectora que según EW puede encontrar sus opiniones 'unsympathetic' (en el original).
    Es loable que cuando ya le han dicho que en ese caso devuelva el libro a 'her library' (en el original) y que 'Heaven knows she will find plenty [of something more soothing] there', se empeñe en subrayar y abundar extensamente en lo poco compasivos que son los puntos de vista de Waugh.
    Pero esto sólo demuestra que Waugh era un genio y su introducción un capote maravilloso.
    JLC

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  13. Vale. Aceptamos pulpo como animal de compañía, y las "condiciones económicas y sociales" como irrelevantes, y que los miles y miles de artistas exiliados, torturados o muertos por no "lisonjear" al poder suficientemente no importan o no cuentan, y que si uno está a favor de su país la justicia o injusticia de su causa es cosa tan trivial que no vale la pena ni mencionarla... ¿Y cómo no vamos a aceptar todo eso, si como explica mi simpático tocayo uno, caso de no hacerlo, es, irremediablemente, una lectora remilgada, mal informada y poco sutil? Uno, que no es lectora, y que trata de no tener más remilgos de los necesarios, y de informarse y sutilizar en lo que pueda, capitula -qué remedio- ante tan graves como geniales amenazas, y dice, sí, don Evelyn, si usted asegura que la nieve es negra y el Everest, bajito, uno dice que por supuesto, que cómo no se le había ocurrido antes, y que nada de tener, o siquiera sugerir que se tienen, pensamientos distintos al respecto, que eso está fatal y sólo demuestra que uno no comprende nada de su sutil genio.

    (Aunque, entre nosotros, permítaseme confesar, ahora que no nos oye nadie, que yo en efecto no lo comprendo, y que cuando don Evelyn da a entender que los artistas que no fueron obsequiosos con el poder son tan irrelevantes que no vale la pena ni acordarse de ellos, y las demás cosas, me quedo perplejo y siento que no puedo estar de acuerdo. Pero de esto, por favor, que no se entere nadie, menuda vergüenza iba a pasar una, perdón, uno, si no).

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