Tenía ganas de conocer la romería del Corpiño, pero solo a mí se me ocurre ir a las cinco de la tarde. Las carpas de pulpeiros estaban vacías (¿la crisis?) y los puestos donde vendían cerezas, souvenirs religiosos feos sobre toda ponderación, carne de cerdo y bolsos falsificados, sin clientes. La propia iglesia era bien fea. No así el paisaje: luego por las carreteras era una delicia ver el verde de prados y árboles.
Yo quería resarcirme viendo alguna iglesia y Suso no se opuso, así que acabamos en la iglesia de Anzo, que es tan poca cosa, tan popular, que casi ni cuenta como románica:
Mirad qué capiteles, dan piedad de tan pobres.
Sí qué conmueven esas piedras. Pero hasta el anacronismo vulgar de esa puerta repintada da ternura
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