El sábado criticaba las nostalgias de la aldea y esa misma noche vimos
Qué verde era mi valle: a mí me daba hasta corte -por eso de la coherencia- quedarme, pero tenía muchas ganas de volver a verla. Y es John Ford.
Y qué de lecturas le puedes echar a esta película; nada de exaltación de la aldea bucólica, qué va: es un pueblo minero con laderas cubiertas de polvo de carbón, con una familia que se parte por la mitad entre el proteccionismo sindicalista y las lealtades tradicionales. Y qué decir de la religión, la moralidad, la búsqueda de la felicidad.
Un gran placer volver a verla. Una grandísima película, qué buena:
Hoy venía dispuesto a titular esta entrada con algo así como: "Ahí, os quedáis, huelelibros" o "Venga, dejadlo ya, que los libros son del pasado". Todo para decir que los Reyes me han traido (ya tocaba)- un kindle. Pero luego no me señaléis si me pilláis con un libro "de papel". Por ejemplo los dos de Kierkegaard que también me han traido los Reyes.
Sí que es una gran obra. John Ford, además, tenía algunas ideas que pueden considerarse incluso comunitaristas. La espléndida biografía escrita por John Mac Bride -Tras la pista de John Ford- entra en estas cuestiones con cierta profundidad. También escribió en La Ilustración Liberal un artículo muy interesante, al respecto, Carlos Rodríguez Braun.
ResponderEliminarSaludos.
La primera vez que vi la película me encantó. La segunda vez, hará cosa de unos meses, detecté cierto preciosismo, Ford gustándose a sí mismo... Y creo que sí hay ciertos airecillos bucólicos.
ResponderEliminarEl caso es que, siendo una película extraordinaria, ya no está entre mis preferidas de Ford.
Sí, tengo que conocer mejor a John Ford, que es una cumbre y una sima a la vez.
ResponderEliminarLa película es muy episódica, no es tan "redonda" como otras, hay algo como que no lo controla, como que tiene que ir sorteando por caminos que no son exactamente suyos. El trasfondo ideológico es no se sabe bien si complejo o simplemente contradictorio. Pero la disfruté mucho, de todos modos.
Oh, John Ford, que grandes momentos de felicidad le debo.
ResponderEliminarA mi me pusieron uno el año pasado pero que va.. mientras lo enciendo , lo "abro", busco la página, ya ha venido un niño y me interrumpe.
Que lo disfrutes.
A mí me gusta mucho esta película. El arranque, casi de expresionismo alemán, con esas caras curtidas de los mineros en primerísimo plano, esa tristeza en sus miradas, esa voz en off, es de una gran modernidad. Tampoco son frecuentea en el cine de Ford esos encuadres.
ResponderEliminarCon todo -no puedo evitarlo- me indigna, por contradictoria, cada vez que la veo, la sumisión del padre entregando a su única hija en los brazos de un hombre simplemente repugnante. Esta postura chirría con el retrato de familia que magistralmente nos ha ido transmitiendo. La lectura política me interesa menos, pero entiendo que hay que enmarcar la historia en un momento histórico muy preciso.
Lo mejor, para mí, y lo más Ford, el retrato de la madre, y el jovencísimo Roddy McDowell: juntos se llevan el gato al agua de la mejor escena de la película.
Muchas gracias, Verónica, por lo que dices, que está muy bien dicho.
ResponderEliminarEl retrato de la madre es grandioso, aunque también tiene sus aristas: ese rechazo suyo a todo lo que tenga que ver con 'cultura', ese supuesto sentido común de reírse de la formulación de un problema matemático con la vida 'real'; ese momento de 'madre coraje', también con aristas, frente a los obreros.
Es una película bien retorcida en el fondo.