Iba probando -niño con zapatos nuevos- el sistema de fijar la velocidad del nuevo bólido por la autovía León-Burgos y ya ni el acelerador tenía que pisarlo; el asiento era un beato sillón donde me repantigué para disfrutar del espectáculo que empieza siempre pasado Sahagún: la Tierra de Campos -mi infancia en paisaje- al tibio sol y con trozos de campos verdes entre los campos marrones; y chopos sueltos, que ya serán liras /del viento perfumado en primavera.
Y me reconvine por mecerme en esas ensoñaciones complacientes: que no quiero ser nacionalista ni de mi infancia ni mucho menos de un pueblo ni de una tierra: cosmopolita.
Aunque aquello era lo más cerca que se podía estar de los nuevos cielos y la nueva tierra: el paraíso será un terreno allanado y verdecido (Isaías 40.4).
Por Cervatos de la Cueza, Osorno, Melgar, Castrojeriz, esos campos:
Y a la vuelta, el sol poniente que anunciaba al sol naciente:
Lo de ser cosmopolita (aunque sea sólo de espíritu) esta bien. Pero no hay que pasarse. Qué pena la gente que no es de ningún sitio, ni tienen padre ni madre ni perrito que le ladre. Es un tesoro tener unas raíces, una infancia y unos recuerdos imborrables. Un poco de cateterío tampoco viene mal, aunque sin pasarse. Esos del "yo no pertenessco a ninguna parte"..."Quillo, po peó pa ti" me dan ganas de decirle.
ResponderEliminarA propósito, la palabra "bólido" me ha hecho reir, creo que no la usamos más que los cuarentones...
Quizá me haya pasado por el otro lado, para evitar caer en nada que suene a nacionalismo, provincianismo, regionalismo o pequeñismo. El hecho es que me gustó mucho ver el campo en Tierra de Campos, por hermoso y por recordarlo.
ResponderEliminarLo del 'bólido' sí que suena carca.
La luz, la luz es diferente a la de aquí, o a la del Mediterráneo. Dentro de cuatro días volverá a ser verano y volveremos por allí al Camino de Santiago, por lo menos.
ResponderEliminarJosé Luis, era una luz bien bonita: clara por la mañana y con ese color dorado al ponerse el sol en un día tan claro.
ResponderEliminarOtra vez aquí, ya casi verano (33º, ya ves). Dentro de poco más de dos meses otra vez el Camino. Me sigue resultando increíble salir de Binéfar por la mañana y llegar a Ibeas, el año pasado, o a Sahagún, el anterior, a comer, y no tener ninguna preocupación: mi mujer y mi hija van conmigo, mi hijo en Barcelona con su novia. Tranquilidad, solo andar y leer, y mirar. Pero este final de curso es estresante, como cada año. En fin, paciencia.
ResponderEliminarUn abrazo