Desde el cambio de hora me estoy acordando mucho de lo que nos contó un hispano que lleva viviendo ya varios años en Estocolmo: le preguntábamos que cómo llevaba los largos meses de octubre a abril y nos dijo que lo peor eran los de antes de la nieve, cuando está muy oscuro, todo oscuro, y sin alegría. Con la nieve, volvía el brillo.
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