La humildad del Señor era otro golpe, para aquel modo de consumir la vida ocupados sólo de sí mismos. Estando en Roma, he comentado repetidas veces, y quizá me lo habéis oído decir, que por debajo de esos arcos, hoy en ruinas, desfilaban triunfadores, vanos, engreídos, llenos de soberbia, los emperadores y sus generales vencedores. Y, al atravesar esos monumentos, quizá bajaban la cabeza por temor a golpear el arco grandioso con la majestad de sus frentes. Sin embargo, Cristo, humilde, no precisa tampoco: conocerán que sois mis discípulos en que sois humildes y modestos.tenía una antecedente lejano en un sermón de Bossuet (del Domingo de Ramos de 1662)
Parmi toutes les grandeurs du monde, il n'y a rien de si éclatant qu'un jour de triomphe ; et j'ai appris de Tertullien que ces illustres triomphateurs de l'ancienne Rome marchaient avec tant de pompe, que de peur qu'étant éblouis d'une telle magnificence, ils ne s'élevassent enfin au-dessus de la condition humaine, un esclave qui les suivait avait charge de les avertir qu'ils étaient hommes : Respice post te, hominem memento te.la cita de Tertuliano (Apologético 33.4) es:
Hominem se esse etiam triumphans in illo sublimissimo curru admonetur; suggeritur enim ei a tergo: «Respice post te! Hominem te memento!»Y en esa fascinante línea de transmisión no sería raro que hubiese otras fuentes intermedias, alguna versión española en la que lo de Tertuliano del altísimo carro, retomado por Bossuet en la magnificencia que se eleva, llevase al miedo vanidoso del César de dar con su cabeza en lo alto del arco.
Pero eso, al final, es secundario: la humildad de Jesús frente a la soberbia del César, eso es lo central.
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