Y me llevé una alegría al encontrarme dos menciones en las Memorias del padre Gracián (la Peregrinación de Anastasio), donde se ve que además eran adivinos -de baja intensidad:
Estando yo en Malagón un día (…) llegó un hombre de color indiano, con un rosario y un gran crucifijo al cuello, y dijo que le diesen recaudo que quería ir a saludar las ovejas (porque era saludador). Yo me reí de él y convidéle a beber y púsosenos a mirar de hito en hito y dijo muy determinadamente al padre Mariano: ¿él no ha dos años que tuvo una caída que estuvo en peligro de muerte? Y al un regidor: que se llamaba Alonso Ruiz. Él tan saludador era como yo, sino que su madre le quitó la gracia y a otros otras cosas ocultas semejantes; a mí me miró muy de propósito, y me dijo que le diese la mano, que quería ver las rayas de ella: yo me reí sin querérsela dar y él dijo con mucha cólera: pues guárdese del agua. Lo que a los otros dijo oculto, era verdad, como después se averiguó: mas a mí se me olvidó el peligro del agua (p. 86; Gracián relaciona la profecía del saludador con los múltiples problemas que pasó en el mar luego; y otro detalle exacto: Gracián dice a continuación: "ninguna cosa sé nadar": p. 87).En Olivenza a Gracián y a sus compañeros los atacan perros:
a todos nosotros saludó un saludador de Olivenza, y debió de ser señal de lo que el diablo rabió de esta fundación (p. 202).
Muchas gracias por su generosa mención. Mucho me honra, además, que lea usted lo que voy publicando en el Retablo.
ResponderEliminarY las referencias sobre saludadores que usted cita y comenta son de un gran interés pues no se encuentran con frecuencia en los textos de la época. Las creencias existentes sobre perros rabiosos eran también muy particulares en aquellos tiempos.Espero tratar pronto el asunto si Dios quiere.
Quedo agradecido don Ángel. Y su blog sí que tiene excelencia y lustre.