viernes, 28 de octubre de 2011

Meigas fora

Me gustó este cartel de unos conciertos en Ordes [gratis total, parece que allí no hay crisis]:

 
El gesto es el de dar higas, un modo de expulsar demonios (aquí lo llaman el meigallo y piensan que forma parte del feito diferencial).

Yo me acordé de cuando a santa Teresa le dijeron que hiciese higas al Señor, porque en realidad era el demonio:
Como las visiones fueron creciendo, uno de ellos que antes me ayudaba (que era con quien me confesaba algunas veces que no podía el ministro), comenzó a decir que claro era demonio. Mándanme que, ya que no había remedio de resistir, que siempre me santiguase cuando alguna visión viese, y diese higas, porque tuviese por cierto era demonio, y con esto no vendría; y que no hubiese miedo, que Dios me guardaría y me lo quitaría. A mí me era esto gran pena; porque, como yo no podía creer sino que era Dios, era cosa terrible para mí. Y tampoco podía como he dicho desear se me quitase; mas, en fin, hacía cuanto me mandaban. Suplicaba mucho a Dios que me librase de ser engañada. [...] Dábame este dar higas grandísima pena cuando veía esta visión del Señor; porque cuando yo le veía presente, si me hicieran pedazos no pudiera yo creer que era demonio, y así era un género de penitencia grande para mí. Y, por no andar tanto santiguándome, tomaba una cruz en la mano. Esto hacía casi siempre; las higas no tan continuo, porque sentía mucho. Acordábame de las injurias que le habían hecho los judíos, y suplicábale me perdonase, pues yo lo hacía por obedecer al que tenía en su lugar, y que no me culpase, pues eran los ministros que El tenía puestos en su Iglesia. Decíame que no se me diese nada, que bien hacía en obedecer, mas que él haría que se entendiese la verdad. Cuando me quitaban la oración, me pareció se había enojado. Díjome que les dijese que ya aquello era tiranía.

11 comentarios:

  1. Vendían los cosarios y merceros higas de azabache a 24 maravedíes en tiempos de Felipe IV. Creo yo que esto de las higas viene de los romanos y que, ellos, tomaron la costumbre de otros más antiguos.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por el dato de los 24 maravedís, un 'detalle exacto'.

    Sí, parece que el tema viene de lejos. En el mundo clásico había muchos amuletos contra el mal de ojo: no sé si exactamente este, pero no me extrañaría.

    ResponderEliminar
  3. Tuvo que ser de armas tomar y absolutamente encantadora. Y qué impresionante que a Cristo no le importase que le hiciese higas y prefiriese que obedeciera, pero sí se enfadara cuando no la dejaban rezar. Me recuerda a ese capellán de San Rafael, el que se alegraba cuando un enfermo empezaba a maldecir y despotricar y quejarse a Dios, porque ya estaba rezando y Dios le entendería. Como que a veces no es necesario hablar de amor, basta con hablar de cualquier cosa, aunque sea hacerle higas, con quien acabamos sabiendo nos ama.

    Debes de ser el único al que el cartel le hace pensar en santa Teresa.

    ResponderEliminar
  4. ¿Y qué haces que no estás en Jerez releyendo a los clásicos? No saben los de la F.Caballero Bonald lo que se han perdido.

    ResponderEliminar
  5. Era obediente y lista. Obedecía a su modo. Tomaba la cruz en la manos para no santiguarse tanto y lo de las higas no lo hacía tan continuo. Era muy amable.

    ResponderEliminar
  6. Qué contraste, no? La riqueza interior de una y la miseria interior de tantos...

    ResponderEliminar
  7. "ya aquello era tiranía"
    Qué maravilla.

    ResponderEliminar
  8. Qué bien hubiese estado en Jerez Ángel, sí.

    ResponderEliminar
  9. Cb, es fácil acordarse de un texto así: es tremenda la situación y es admirable santa Teresa.
    Lo explica muy bien Marcelle Auclair en su gran libro sobre Santa Teresa.

    ResponderEliminar
  10. Marcelle Auclair, creo recordar, tuvo una relación muy especial con Ignacio Sánchez Mejías. Santa Teresa y la tauromaquia, dos buenas maneras de entender a España.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  11. El libro de Marcelle Auclair sobre santa Teresa muestra lo bien que comprendió España. Estuvo ya por los años 30: sale en las Memorias de Morla Lynch.

    ResponderEliminar