Fui el lunes a León y luego a Burgos y el martes de vuelta: cerca de León, por Mansilla de las Mulas -bucólico nombre- volví a ver un cartel en la carretera que me atraía como la casita de chocolate de Hansel y Gretel.
Tenía media hora para llegar a la clase que tenía que dar, así que me lancé.
Y fui avanzando por pueblos feos como demonios, sin saber cuántos kilómetros quedaban y si mi proverbial puntualidad iba a sufrir un duro golpe.
Llegué al pueblo de San Miguel de Escalada: y lo crucé, asustado -y debería estar vacunado con el feísmo endémico gallego, pero ya se ve que no- de tanta fealdad de ladrillos sin enfoscar y tanto abandono.
Y al final del pueblo, encaré una curva que por suerte lo tapó. Una cuesta empinada me lanzó a la cuarta dimensión del misterio: en la ladera, escondido, un monasterio con un atrio de arcos mozárabes:
En la puerta la chica guardesa estaba a punto de cerrar, pero me dejó entrar un minuto.
Segundos para ver el prodigio:
Mi foto es tan mala que es hasta poética (buenas fotos aquí y también aquí y aquí con explicaciones).
Le pregunté a la fiera posteenager, ansiosa -supongo- por huir de aquella soledad, por el mejor camino a León.
Me animó a volver por la ruta feísta.
Y yo me fui por la otra, la peor asfaltada.
Y ya el salir por arriba tuvo premio instantáneo: vi la ventana con la columna.
Y la carretera era mala, pero el paisaje era para guardarlo en una caja y abrirlo en peores momentos: sol entre nubes a las seis de la tarde, por viñedos y encinas sueltas, entre campos verdes brillantes.
Y hasta los nombres de los pueblos acompañaban: Mellanzos, Santa Olaja de Eslonza, Villarmún, Palazuelo de Eslonza.
Pero el sortilegio se rompió al pasar Puente de Villarente.
Y casi al llegar a León uno de los nombres más feos que he visto en mi vida: Golpejar de la Sobarriba.
Todo depende de con qué ojos se vea el nombre del último pueblo; a mí, lo de "Golpejar de la Sobarriba" me parece verdaderamente memorable. Me gusta de veras. No lo pondría en un poema (o quizá sí: Unamuno se hubiera atrevido, creo), pero lo recordaré largamente; más que los otros, seguro. Y eso ya indica algo.
ResponderEliminarDe hecho, Marinero, cuando puse al final el nombre, que tuve que buscar en google, no me pareció tan mal.
ResponderEliminarYo creo que le estoy cogiendo cariño ya.
Pues ya somos dos, oiga.
ResponderEliminarCaramba con Golpejar: invasión germana, supongo. Por lo gutural, digo. Vaya tela.
ResponderEliminarGolpejar.... uno de los nombres del zorro en gallego, además de raposo, es golpe. Como no soy filólogo no temo echar por tierra mi inexistente reputación como tal, así que me atrevería a asegurar que "golpejar" quiere decir "zorrera".
ResponderEliminarAntón tiene razón. Golpejar, Golpejera, Volpejera y hasta alguna Botijera responden todos ellos a "lugares de vulpes", es decir, zorros.
ResponderEliminar¿y que te parece "Manganeses de la Lampreana", de donde era un compañero mío de Salamanca?
ResponderEliminarOtro: Rodrigatos de la Obispalía, maragato
ResponderEliminarMe gustan los dos, aunque prefiero otros, claro.
ResponderEliminarGulpeyu era el nombre leonés medieval para lo que hoy llamamos "raposa", del latín vulpex vulpécula, efectivamente es el zorro.
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