Hace un mes vi una grabación de san Josemaría, muy mayor y muy enfermo, en Lima, con un grupo pequeño de gente, en 1974; como le costaba hablar, hablaba más despacio y con voz más débil, así que se notaba mucho más el cariño que les tenía, porque en condiciones normales se parapetaba en ese acento aragonés tan marcado que tenía y en el sentido del humor.
De la película que se estrena mañana -la vi en un pase previo- lo que más me gusta es la caracterización de su personaje, aunque hay una gran distancia de lo vivo a lo pintado.
Yo, si pudiera, haría una película en torno a él en la que estuvieran la comprensión de las debilidades y la grandeza de todo ser humano de John Ford, los Dardenne o Kaurismaki, unas imágenes tirando a blanco y negro como las de La pasión según san Mateo de Passolini o las de Dreyer o en el color matizado de Tender mercies, y el tempo de El río de Renoir.
Encontrarás dragones es -dicen- un drama épico: el problema de que se sitúe en la Guerra Civil -tema tan repetido ya- tiene de bueno que aparece un san Josemaría joven en los años más movidos de su vida. Y aciertan al retratarlo como un sacerdote a tiempo completo, con dificultades, miedos, tentaciones y peligros y con la conciencia de su misión.
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