martes, 22 de marzo de 2011

De Manuel Machado

Lo vi en un excelente artículo de Miguel d'Ors (aquí: pdf) sobre la religiosidad del poeta:

La primera caída
No puede más... Vacila... Los divinos
pies destrozan las piedras y matojos.
Y la sangre corriendo, hasta sus ojos,
borra un momento todos los caminos.

En torno, al verlo vacilar, se aterra
la multitud... Oculta el horizonte
espesa niebla. Se estremece el monte
y gimen las entrañas de la tierra.

Cayó. Todo se abate a su caída...
El cielo, al ver su gloria así rendida
a derrumbarse va sobre la agreste

inmensidad vencida y desolada...
Pero El clava en la altura su mirada
¡y sostiene la bóveda celeste...!

Y dice d'Ors (p. 72):

Si bien, como se habrá notado, en el comienzo del poema predominan marcadamente los elementos narrativos y descriptivos, a partir del verso 9 y, sobre todo, en los dos últimos, Machado nos ofrece una personalísima y profunda interpretación del suceso narrado, imaginando un milagro secreto de Jesucristo: caído bajo el peso de la Cruz, evita, por amor a la Humanidad, que la Creación entera, que está a punto de acompañarlo en Su caída, se venga abajo con Su autor. La hondura de esta visión no parece posible ya no digo en un no-creyente: ni siquiera en un creyente rutinario. El poeta, ciertamente, ya no lo era [el soneto es del año 1929].

2 comentarios:

  1. El comentario de d'Ors es magistral. El soneto vale (y cuánto) sobre todo por sus tercetos y por ese milagro oculto y, sin embargo, tan verosímil desde los ojos de la fe. Gracias por la noticia.

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