Yo estaba en el prado mirando el lago al fondo, pasmado de ver tantos gansos y patos acurrucados en la ribera, pero las vacas se estaban fijando en mí y me acordé de la corná en toa la boca y aunque había alambre de espino de por medio preferí alejarme, que me supuse que las vacas me habían confundido con el granjero y tenían hambre, pero mejor no forzar: y no fui cobarde, eh, fui precavido.
A un lado, un conejo se paseaba como pedro por su casa.
Y me he acordado hoy de mi hermana Marga, que dijo de pequeña: ¡me está mirando! cuando le preguntamos por qué tenía miedo de una vaca.
Y luego me acordé de Belinha, que balbuceaba: ¡las vacas!
las vacas mosquean, te miran muy fijamente y no sabes lo que rumian para sus adentros.
ResponderEliminarY el conejo pedro se ve que no tenía ninguna cita importante. Haces bien en tener precaución, que en sitios como ese puede pasar de tó.