El tema literario de la negra provincia dio mucho juego desde el XIX: estupidez, cerrazón, oscuridad, cirios en ciudades levíticas con curas sobrevolando las calles oscuras entre beatas de negro.
A la vez tenía y tiene un prestigio grande la bohemia, las alcobas, el esplín, lo mefítico, la absenta, la ambigüedad, las prostitutas compasivas -en el mejor de los casos- y las vampiresas -en el peor-, las altas horas, el dandismo (no confundir con el landismo), lo putrefacto, el narcisismo, los espejos.
Y yo estos días yendo a misa a la Catedral por las calles vacías a las ocho menos cuatro, con los faroles iluminando a trechos el suelo mojado. Y luego por la Catedral casi vacía para mí, antes de que llegue la marabunta.
Y luego, al volver, si no llueve, se entrevé el amanecer; y estamos teniendo unos rompimientos de aurora de aúpa: deleites de la ciudad levítica que no catarán los bohemios parisinos, que duermen a esas horas el mal sueño del no, de la boca estragada, del barro.
¡Bravo, bravo!
ResponderEliminarPues este es otro rompimiento de aúpa. Y sí que es una beata vita.
ResponderEliminar(y una diminutez: ¿a las ocho menos cuatro? No sé si te han bailado las telcas, pero de repente he pensado en Kant, o en Arp en Sternenfeld)
Qué buena entrada. No saben lo que se pierden.
ResponderEliminarPero en toda esa literatura de la bohemia y la negra provincia, los crápulas derrotados alcanzan la puerta de su casa en ese instante largo en que hace su aparición la aurora, en que os debéis de cruzar los pecadores redentos y los (todavía) irredentos. En los años de la movida, yo volvía a mi casa cuando mi padre estaba terminando su desayuno antes de irse a trabajar. Coincidíamos en la cocina. Nunca me comentó nada, aunque arqueaba un poco las cejas.
ResponderEliminarQué misterio. Al ordenador del IES le saltaba la alarma de "contenido improcedente" cada vez que intentaba entrar en En Compostela. ¡¿Pero de qué hablará hoy Ángel?! me reconcomía toda la mañana. La entrada ha superado todas mis expectativas.
ResponderEliminarVaya, cb, no sabía que coincidía con Kant.
ResponderEliminarY Mr. Quaker, yo no me cruzo con gente de recogida; se deben de esconder antes. Aquí para ver la Aurora hay que esperar en invierno a las 8:45 o incluso las 9, que ya es demasiado tarde incluso para noctámbulos irredentos.
Y Enrique, si tuviera más sentido del espectáculo tendría que sacarle partido a que la Junta de Andalucía censure mi blog.
Sólo en la puntualidad, por eso que se cuenta de que Kant era el reloj de Königsberg, que la gente sabía el minuto exacto del día por sus idas y venidas.
ResponderEliminarComo para mí los minutos corren de cinco en cinco o de cuarto en cuarto (y a veces hasta se me salta una hora entera), pensé que habías bailado la r y la t. Pero no, es genial: "menos cuatro", un contraste genial, no lo había pillado.