viernes, 6 de noviembre de 2009

José Juan y Milucho, curas

Mañana se ordenan  de diáconos José Juan, que hasta hace dos años estaba aquí en Santiago -y al que conocí en Valladolid, cuando yo tenía 19 años y él 18, yo de filología y él de económicas- y Milucho, al que conozco menos, pero que es de hermano de ¡Jésus! y de Pontevedra.
Los ordena en Roma el Prelado del Opus Dei. En total son 32 los que se ordenan y os animo -a los que queráis- a rezar por ellos, porque cargan con una tremenda responsabilidad.
Y es una gran alegría también saber que pronto habrá 32 sacerdotes más en el mundo: una gota en un océano de 7000 millones de personas.
Yo he conocido a muchos sacerdotes, y muy buenos todos -esa suerte he tenido- y he convivido con muchos y sé de sobra que tienen defectos. Y me han traído el perdón de Dios siempre que se lo he pedido y doblan la rodilla justo después de la Consagración ante el prodigio que se ha hecho con sus manos y van a ver una y otra vez a ancianos solos que les cuentan siempre la misma pena y abrazaban con fuerza el copón cuando íbamos a llevar la comunión a un enfermo y aguantan aquí en Santiago los insultos continuos de gentuza que se cree mejor que ellos.
En su carta de este mes, el Prelado de la Obra cita un texto de san Juan María Vianney que recogía el Papa en su Carta a los sacerdotes:
Sin el sacerdote, la muerte y la pasión de Nuestro Señor no servirían de nada. El sacerdote continúa la obra de la redención sobre la tierra. ¿De qué nos serviría una casa llena de oro si no hubiera nadie que nos abriera la puerta? El sacerdote tiene la llave de los tesoros del cielo: él es quien abre la puerta; es el administrador del buen Dios; el administrador de sus bienes.
[9.11.09: noticia aquí]

6 comentarios:

  1. Ayer invitamos a cenar a casa al cura joven de nuestra parroquia, para que le diese a Leonor una bendición preciosa que hay para embarazadas. Lo pasamos estupendamente y creí que había sido una noche perfecta. La pena fue no tener tu entrada para enseñársela y que viese cuánto valoramos a los sacerdotes y lo agradecidos que le estamos. La próxima vez, Ángel, te lee.
    Abrazo y me apunto a rezar por ellos.

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  2. Juan María Vianney tenía más razón que un santo.

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  3. Cuenta con nuestros rezos. Hay que rogar al dueño de la mies que envíe obreros a su mies y pedir más vocaciones.

    Y luego, en otro orden, no debemos olvidarnos de que por nuestro bautismo también nosotros tenemos un sacerdocio ordinario y nos corresponde en cierta medida ser puentes entre Dios el mundo. ¡Qué responsabilidad!

    Definitivamente, en esta vida el ciento por uno.

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  4. Ayer, día 7, también se ordenó con ese grupo Alberto, buen alumno de griego en Pamplona

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  5. Rezaremos por ellos. Preciosa entrada.

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