El mejor pasaje literario de los dos primeros libros de las memorias de Valverde. Las memorias están escritas con lenguaje más normal, pero aquí parece que le tocó la musa más de cerca. Y yo me acuerdo de los que apaleaban lana de colchones.
De las rocas siempre me ha atraído la fascinación que produce el miedo. Hay un momento, cuando vuelto de espaldas al precipicio llegas al borde y te dejas caer tensando la cuerda y la escala para ver la pared vertical entre las piernas abiertas, en que el corazón da un vuelco y pasas auténtica emoción. Luego, el viento ascendente que se lleva tus voces, la lisa pared de piedra amarilla que acaba allá abajo entre pedrizas y copas de pino, y el gran hueco del extraplomo que el quebrantahuesos elige para anidar, con una repisa que recuerda, por lo cuidada, a una casa de muñecas. Un cueva, un centro blanco de excretas calizas que parecen piedras, un círculo de pezuñas de las que ha quedado sólo la queratina limpia y ahuecada como si acabaran de apalearla los colchoneros, aquellas familias gitanas que en Valladolid ofrecían sus servicios para deshacer los colchones, extender la lana sobre un cañal, y varearla con dos palos dejándola bien mullida antes de volver a rehacer los colchones. (II, p. 125-6)
Me alegro de que te estén gustando, yo soy fan. Y son unos tomos para regalar mucho, tienen un castellano excelente además del contenido, las transcribió Benigno Varillas. Una gozada son ¿verdad?.
ResponderEliminarUn abrazo
Aurora
Aurora, he empezado a leer esas Memorias gracias a ti (y a Antón, que me lo dijo hace tiempo). Las estoy disfrutando muchísimo: ya hablaré más de ellas.
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