martes, 8 de septiembre de 2009

Guardini sobre la segunda inmortalidad

El Señor IV.3 p. 416-7 [El hombre es inmortal: la vida del cuerpo le viene del alma, pero hay una segunda inmortalidad que da Dios y que afecta a todo el hombre, claro]:
El hombre creyente completo, cuerpo y alma, vive de Dios. He aquí la verdadera, la santa inmortalidad... Dios ha formado misteriosamente la vida del hombre, cuya esencia ha de entroncarse –valga la expresión- en Dios y captar su vida en el seno de Dios. El hombre debe de vivir de arriba hacia abajo y no de abajo hacia arriba, como el animal. El cuerpo del hombre, por el contrario, ha de vivir de su alma espiritual, esta de Dios, y por ella, todo el hombre. Pero el pecado destruyó esta armonía vital, pecado cuya esencia fue la pretensión de vivir con autonomía “como Dios”. (...) El hombre quedó reducido a sí mismo. Cierto que subsistía todavía el alma espiritual. No podía dejar de existir, puesto que era indestructible. Pero su indestructibilidad era hija de la miseria como la de un fantasma. También subsistía el cuerpo, puesto que contenía el alma. Pero era un alma ‘muerta’ incapaz de dar la vida que Dios había destinado al hombre. La vida era por consiguiente, real e irreal a la vez, orden y caos, subsistencia y fugacidad.
He aquí que es diferente en Jesucristo.
[9:30 AM: Y dejé preparado esto ayer. Ahora veo en El café de Ocata un relato que me ha hecho gracia sobre el tema].

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