Cada vez admiro más a los editores de libros: qué bien cuando lo hacen bien.
Lo digo a cuento de la editorial Lumen: ya me referí a la edición de Cuentos Completos de Flannery. Además de lo que dije entonces, el error más garrafal fue poner los cuentos en el orden cronológico de la edición original: para un público (el hispánico), que no la conocía, es un error grave poner primero los cuentos que hizo en el Master de Escritura en Iowa y que a ella le parecían malísimos. El hecho es que no son tan malos (sobre todo si eres fan de ella), pero hubieran estado mucho mejor en un apéndice al final del volumen: la gente hubiera empezado a leer con la primera colección de cuentos que ella publicó.
A Natalia Ginzburg le han ido editando en Lumen sus novelas y relatos en volúmenes bien cuidados (aunque siempre con esa manía de ponerles un prólogo: a las novelas no hay que ponerles prólogo), pero con los Ensayos han hecho un volumen demasiado gordo juntando dos libros distintos, el primero, Nunca me preguntes, que me pareció bastante bueno -la selección la hizo ella- y el segundo (No podemos saberlo), mucho más flojo, póstumo, que ella hubiera aligerado seguro, porque muchos de los textos valen poco o al menos no llegan a la altura de los demás. A pesar de todo, también en el segundo volumen hay artículos buenos; dos: No entiendo a Dario Fo y su Autobiografía en tercera persona, un texto excepcional.
Y yo le echo la culpa a la superstición filólogico-conservacionista del mito de las "Obras completas" (el último defensor: Rafael Conte, me convenció durante un tiempo). Pero yo ahora soy partidario decidido de las Antologías.
Y ella misma lo explica mejor en uno de esos artículos últimos, a propósito de Pavese (p. 429):
Y ella misma lo explica mejor en uno de esos artículos últimos, a propósito de Pavese (p. 429):
De un escritor que está muerto es importante lo mejor; lo peor hay que dejarlo aparte. Y sin embargo, también lo peor debe conocerse, indagarse y estudiarse, pero aparte. Y de alguna forma ocurre lo mismo con todo ser humano: no se entiende bien por qué, pero sólo después de muerto vemos salir a la superficie lo mejor que tenía y hundirse en la oscuridad lo peor. Y es lo mejor lo que queremos recordar.
Qué imagen tan maravillosa la de lo peor hundiéndose y lo mejor saliendo limpiamente a la superficie. Recuerda, tal vez con intención, al baño en el Leteo al final del Purgatorio.
ResponderEliminarNo sabía que había salido este libro; tendré que comprarlo, por la Autobiografía en 3ª persona y porque este verano compré en Roma Mai devi domandarmi pero no es lectura fácil para mi precario italiano... Gracias por el aviso.
ResponderEliminarPerdón por aparecer, pero cuando he leído "a las novelas no hay que ponerles prólogo" se me ha venido a la cabeza el (los) prólogo del Quijote.
ResponderEliminarAsí que releo y me digo "a las novelas casi nunca hay que ponerles prólogo" y me quedo más tranquilo :)
Un abrazo
Vaya, es verdad. Vamos a dejarlo en que "los editores no deben poner un prólogo a las novelas de los demás, salvo por razones bien fundadas".
ResponderEliminarUps, pues yo ahora estoy poniéndole un prólogo a una reedición de Los agujeros negros de Aquilino Duque. Espero encontrar razones bien fundadas.
ResponderEliminar-"Se puede hacer un prólogo para una reedición" (excepción número 2).
ResponderEliminarO quizá fuera más sencillo decirle a Flavia company que no ponga prólogos a los libros de Natalia Ginzburg y así me evito tanta casuística (aunque para casuística yo estoy enganchado a la Defensora del Lector de El País: los teólogos bizantinos y la escolástica tardía a su lado son niños de pecho).