El último día en Praga, en la comida -día 25- varios se atrevieron a afirmar que Santiago no estaba enterrado en Santiago (y hasta se oyó el horrísono nombre: Prisciliano). Yo di la cara por mi santo; y me lo pagó con creces (como suele):
por la tarde, en la despedida triste de Praga, pasé delante de la iglesia de Santiago (la foto, de J. M. Sanmillán, es de la portada, con el santo rodeado de ángeles) a ver si la veía abierta y me encontré con una celebración solemnísima del santo. Y mi premio: en la Misa, la Missa in C, KV 259 (Die Orgelsolomesse), de Mozart (con un Aleluya de Škroup).
Aquí una foto de otra misa, en esa iglesia admirablemente barroca -y larguísima-, con un cuadro del martirio del Apóstol llevando por los aires por ángeles dorados, visto desde el coro (la foto la cojo de su página web):
La del cuerpo del apóstol no es una cuestión de fe, sino de idolatría. Creo yo.
ResponderEliminarNi quita ni pone nada al valor, significado y belleza de la ciudad de Santiago, de la catedral, del camino, etc.
Yo particularmente no me lo creo, como la leyenda de la barca de piedra de mi querido Padrón. Son hermosas historias, nada más (y mada menos).
Volveré a ir uno de estos días, como casi todos los veranos.
Un saludo.
ya echaba yo en falta una buena actualización!
ResponderEliminar¡Caramba! La otra vez era en Austria y ahora allí.
ResponderEliminar¿Donde encontraremos por estos lugares bárbaros una misa con semejante música?