De vuelta del aeropuerto con Lucía, brillaba tanto Santiago que era como en los cuentos, después del canela y azafrán de Roma. Qué limpia mi ciudad de Santiago, qué cielo gris -pero gris fuerte-, qué colores las azaleas, qué verde la hierba.
Y esa tarde venían mi madre y mis hermanas (no María Jesús, que estaba con Antonio y los niños por Picos de Europa; y nos llamaron, y los niños se turnaban en contar que se habían hecho enterita a pie la ruta del Cares).
Y venían las tres muy contentas de haber estado dos días en Orense (habían aprovechado el puente de los Comuneros en Castilla); especialmente en las termas [posible etimología que vi por ahí: Orense /warm-see, lago caliente].
Y me hicieron ese repaso que me hacen siempre que me ven y me dieron el visto bueno (aunque me criticaron un grano en la cara). Hasta dijeron muy contentas que había adelgazado, de lo que me alegré infinito.
Y al día siguiente las llevé al jardín de la casa de Rosalía en Padrón, porque sabía que les iba a gustar: y les gustó. Y nos pusimos todos muy contentos de que nos gustara.
Y nos fuimos a Corrubedo a ver las dunas: y que vegetación nacía allí, pobre pero bonita, de lirios y unas plantas como rellenas de agua y florecillas pequeñas, de pétalos mínimos.
Y fuimos a comer al pueblo y nos pusieron unos calamares para recordar y luego estuvimos junto a la duna móvil y Eva casi se ahoga con un trozo de pan de Cea; y no le dimos un golpe en la espalda porque en el fondo somos buenos.
Y de allí al castro de Baroña (y ni un cartel para los que vienen de Ribeira, que casi nos lo pasamos), y un mar inmenso azul sin fin (aunque al fondo está América, pero no la veíamos).
Y en Noia la increíble iglesia de planta única y la portada como la del pórtico de la Gloria pero en pobre (y tampoco había carteles que indicaran cómo se iba a Santiago):
Y nos hicimos unas fotos delante de unas azaleas enormes llenas de flores.
Y el domingo vimos Bonaval y fuimos a la misa del padre Trapiello en las dominicas de Belvís.
Y tres veces estuvimos en dos días en la Bodeguilla de san Roque (bueno, una vez en su sucursal de san Lázaro) disfrutando de estar juntos en Santiago dos años después de aquellas visitas mías al hospital.
Y varias veces en estos días nos acordamos de palabras de mi padre: eslegido, formidable, manfleta. Y nos daba como alegría acordarnos de él, aunque le seguimos echando mucho de menos.
Y esa tarde venían mi madre y mis hermanas (no María Jesús, que estaba con Antonio y los niños por Picos de Europa; y nos llamaron, y los niños se turnaban en contar que se habían hecho enterita a pie la ruta del Cares).
Y venían las tres muy contentas de haber estado dos días en Orense (habían aprovechado el puente de los Comuneros en Castilla); especialmente en las termas [posible etimología que vi por ahí: Orense /warm-see, lago caliente].
Y me hicieron ese repaso que me hacen siempre que me ven y me dieron el visto bueno (aunque me criticaron un grano en la cara). Hasta dijeron muy contentas que había adelgazado, de lo que me alegré infinito.
Y al día siguiente las llevé al jardín de la casa de Rosalía en Padrón, porque sabía que les iba a gustar: y les gustó. Y nos pusimos todos muy contentos de que nos gustara.
Y nos fuimos a Corrubedo a ver las dunas: y que vegetación nacía allí, pobre pero bonita, de lirios y unas plantas como rellenas de agua y florecillas pequeñas, de pétalos mínimos.
Y fuimos a comer al pueblo y nos pusieron unos calamares para recordar y luego estuvimos junto a la duna móvil y Eva casi se ahoga con un trozo de pan de Cea; y no le dimos un golpe en la espalda porque en el fondo somos buenos.
Y de allí al castro de Baroña (y ni un cartel para los que vienen de Ribeira, que casi nos lo pasamos), y un mar inmenso azul sin fin (aunque al fondo está América, pero no la veíamos).
Y en Noia la increíble iglesia de planta única y la portada como la del pórtico de la Gloria pero en pobre (y tampoco había carteles que indicaran cómo se iba a Santiago):
Y nos hicimos unas fotos delante de unas azaleas enormes llenas de flores.
Y el domingo vimos Bonaval y fuimos a la misa del padre Trapiello en las dominicas de Belvís.
Y tres veces estuvimos en dos días en la Bodeguilla de san Roque (bueno, una vez en su sucursal de san Lázaro) disfrutando de estar juntos en Santiago dos años después de aquellas visitas mías al hospital.
Y varias veces en estos días nos acordamos de palabras de mi padre: eslegido, formidable, manfleta. Y nos daba como alegría acordarnos de él, aunque le seguimos echando mucho de menos.
jei, jei, qué gran título.
ResponderEliminarQué suerte vivir en un paraíso así.
ResponderEliminarPrecioso. Y muy curiosa la duna móvil, que desde luego es para atragantarse, y más curioso aún conseguir volver de Roma sin que se noten los fettuccine. Da gusto leerlo, respira alegría.
ResponderEliminarAnda que ahora que se ha ido WilliamWallaceQuintana mira que bonita ves Galicia eh...y me alegro mucho.
ResponderEliminarA ver si hay suerte y cae algo más de Roma, tengo curiosidad por saber que te gustó más, aunque lo bueno de los blogs es que uno escribe de lo que le da la gana.
(Si te fijaste a un metro de la fachada de San Martin en Noia, la de la foto, había una cruz raspada en el suelo. Ahí se cayó Claudio Guerín cuando era novio de Pilar Miró desde el tejado de la iglesia al pisar su propia gabardina mientras preparando un plano para La campana del infierno. Anécdota macabra pero de las que gusta contar.Estos gallegos...)
¿Te he dicho alguna vez que te envidio? Galicia... no la conozco y ya la echo de menos.
ResponderEliminarEs que se merece muchos cantos, muchos más. Tenéis suerte, Galicia es precioso. ¿Y esas camelias que florecen en enero? ¿Qué me dices de esas camelias? Por no hablar del tojo, otro que también se las trae...
ResponderEliminarEn fin, la envidia no me corroe, pero existe...
Un abrazo
Aurora