Agustín Figueroa [es un aristócrata amigo suyo] nos habla de una nueva asociación, de carácter romántico, recién creada.
Nombre que le han dado: Los Crepúsculos. No tiene aún sede propia, pero, para leer poemas, se reunirán sus miembros en sitios sugestivos: jardines melancólicos, conventos viejos, cementerios abandonados, playas solitarias, islas o calveros de bosques. Bécquer y Campoamor -sus rimas y doloras-, Rubén Darío y Amado Nervo, bajo la humedad de los árboles otoñales.
Iremos, pero habrá que abrigarse.
Lo pongo porque en comparación la AA tiene muchísima más categoría y no cae en esos deliquios de rielar de luna; nada de suspirillos germánicos: madrugones y frío tonificante es lo que ofrece la AA.
*En España con Federico García Lorca (páginas de un diario íntimo, 1928-1936), p. 503. Me había quedado la copla de una reseña de A. Trapiello en Babelia y cuando vi en mi biblioteca (la de la Facultad, digo) el de los diarios de la guerra lo cogí: frente a lo que dice T., a mí me pareció un libro pesado que no hubiera estado mal publicar antologizado por alguien inteligente: en vez de 700 páginas, 200 hubiera estado bien; yo gran parte del libro me lo leí en diagonal. En cambio, el libro sobre los años de la República (y especialmente sobre García Lorca) deja sabor a poco, porque es una selección de sus diarios hecha por el propio Morla, que sí, ahí se ve que era un gran escritor: tiene momentos magistrales y sabe retratar bien la época: Lorca aparece como una figura fascinante. Una pena que hable de escritores que a mí no me interesan nada (Lorca, Gerardo Diego, Guillén, Salinas, Alberti, Cernuda): si los que salieran hubieran sido los Machado, Baroja, Unamuno, ese libro hubiera sido mejor todavía.
Hombre, Ángel, suspirillos y germánicos no sé si es tanto como un oxímoron, pero no creo que casen muy bien. Yo no veo a los germánicos, ni en pleno ataque agudo de romanticismo ruinoso y lunar (que, por cierto, qué precioso aquel rielar en la ría), muy de suspirillos. Suspirando antes de devanarse los sesos con alguna teoría incontestable, o antes de levantarse la tapa de los mismos para rematar la noche, puede ser, pero suspirillando no. Un respeto.
ResponderEliminarCristina, lo de los "suspirillos germánicos" pretendía ser un eco de la crítica que le hizo Núñez de Arce a Bécquer por imitar a Heine (acabo de comprobarlo en la wikipedia sobre Bécquer). Por cierto que me quedó mala conciencia con 'rielar' al enterarme de que significa 'temblar', porque la luna se reflejaba en el mar, pero no temblando, porque estaba en calma.
ResponderEliminarMandy, rezo por vosotros.
Hooomre, si dice Vd. que es como aquél pero en malo no sé si logrará despertar demasiado interés.
ResponderEliminarAcabáramos, Núñez de Arce, ampuloso y ripioso como él solo, capaz de cargarse incluso a la aurora, hablando de "su lumbre escasa" (!) y haciéndola rimar con "locomotora":
ResponderEliminar"...Al disiparse el sonido
del grave y solemne canto
llega a su colmo el espanto
de las mudas calaveras,
y de sus órbitas hueras
desciende abundoso llanto.
A medida que decrece
la luz misteriosa y vaga,
todo murmullo se apaga
y el cuadro se desvanece.
Con el alba que aparece
el cortejo se evapora,
y mientras la blanca aurora
esparce su lumbre escasa,
a lo lejos silba y pasa
la rauda locomotora..."
Y esto es de lo mejorcito. Qué malísima es la envidia. "Suspirillos germánicos", qué valor, y ni queriendo ofender o despreciar acierta el tío. Ponemos al lado de eso lo peor de Becquer, o cualquier poema de Eichendorff: Der frohe Wandersmann-El alegre caminante, o Morgengebet-Oración matinal, cada uno con una aurora inolvidable, y se ve más claro que el agua que al lado de esos "suspirillos" lo suyo son puras deposiciones.