domingo, 21 de diciembre de 2008

El Mesías en la Catedral

Quedé bastante antes con Suso: queríamos ir bien comidos al concierto, pero todos los bares con pinta de dar algo más sólido que un café estaban cerrados; acabamos en una cervecería y nos tuvimos que conformar con un cuenco de patatas (y luego cortezas), rodeados de parroquianos preparados para jalear al equipo que tocase en la gran pantalla del fondo.
Y nosotros a lo nuestro: fans de verdad (¡de Haendel!), nos pusimos los primeros en la fila de Platerías. Y el buen Dios nos premió no con la sonrisa del divo, sino con la fecha (Era I C XX II), que estaba marcada en la pared y que yo nunca había visto. Entretuvimos la espera hablando de Canetti, pero las señoras de la cola nos despistaban con preguntas sobre la zona A y B, una me preguntó si conocía a los García Rodeja (a los que parece que me parecía) y los de la desorganizada organización creaban confusión en la cola abriendo inopinadamente otra puerta: y la gente no sabía si quedarse en la primera o lanzarse a la otra.
Al final, aunque abrieron unos segundos antes a los de la otra puerta, conseguimos entrar de los primeros. Nos acomodamos en el incómodo banco de la segunda parte de la nave central (el primer tramo -la zona A- era para VIPs) porque nos faltaron arrestos para colarnos. Pero estábamos muy lejos. Yo empecé a sentir frío en las piernas: Suso decía que no, pero se puso unos guantes.
Y justo antes de empezar, las inoperantes azafatas que impedían el acceso a la zona A hicieron una descubierta hacia las naves laterales. Había muchos bancos libres y yo me animé y le dije a Suso que nos adelantáramos.
Y eso hicimos, llegamos hasta la cuarta fila.
Y empezó el concierto, y era muy bonito oír la música, si no se le prestaba demasiada atención al frío gélido que se sentía cada vez más. Y cuando tocó una parte del coro (And the glory of the Lord shall be revealed) las dos filas laterales que rodeaban la zona A se levantaron de golpe y resultó que estábamos rodeados del coro (los de la zona A y los colados) y pudimos oír en estéreo, como si formáramos parte del coro, esa música divina.
Y en el descanso entre la primera y la segunda parte, no contentos del mal ya hecho nos tiramos en plancha, dos segundos antes de empezar la orquesta, hasta la segunda fila (porque la primera ya estaba ocupada por el Arzobispo y autoridades). Y allí que nos quedamos, todo contentos.
Y fueron tres horas que se me pasaron rápido, rápido. Un texto maravilloso, un patchwork de citas bíblicas muy bien escogidas, una música que subraya ese texto, el entusiasmo del director, que tocaba a la vez el violín, las sonrisas de los del coro, los solos del tenor, del bajo, del alto, de la soprano.
El villancico de For unto as a child is born. El aria del alto: He was despised. Hasta el Hallelujah me pareció menos sobado de lo que esperaba.
Y salimos por delante, pisando la moqueta que le habían puesto a los de la orquesta.
Pero aquella música ya se me está olvidando: la música del momento que ya es pasado, aunque la queramos resucitar con grabaciones.

3 comentarios:

  1. No podrías haberlo contado mejor, Ángel. Humor en estado puro, y música.

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  2. Suelo sentir lo mismo que aquí Vd. describe cada vez que voy a un concierto, ya sea de música académica o de música más popular. Las grabaciones siempre se quedan cortas.

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  3. Oh!!! yo era del coro de los laterales!! me alegro de que se te pasaran rápido las tres horitas y os gustara!!

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