En Santa Comba de Bande llamamos al teléfono que nos habían dado en Celanova (y está también en la puerta de la iglesia) y al poco apareció un hada madrina con forro polar rosa y un gorro de lo mismo, pero marrón.
Era una señora bajita, rechoncha, que nos abrió, dio las luces y desapareció en la única habitación con puerta en el interior. Y nos encontramos esto:
Era una señora bajita, rechoncha, que nos abrió, dio las luces y desapareció en la única habitación con puerta en el interior. Y nos encontramos esto:
(foto enlazada de aquí)
Un espacio vacío de sillares grandes, una iglesita visigótica muy húmeda con un altar hecho con un ara romana y una pieza cuadrada también romana: y me acordé de Bratislava, del altar de la iglesia bizantino-católica con sus telas doradas y eso me ayudó a imaginarme a los monjes que en el siglo VII hacían presente a Dios aquí, en este extremo del mundo, tan pobre.
En un lateral estaba la tumba de San Torcuato, pero vacía, que sus restos se los llevaron luego a Celanova: san Trocado le llamaban en el romance local.
Y por suerte salió la señora de su refugio y nos fue explicando algunas cosas, como el pequeño friso en relieve con uvas y espigas que remarcaba las pinturas malejillas del XVI, bajo las que quizá estén las originales, o la decoración de sogas que recorría las paredes. Utilizó la palabra humildad para referirse a la iglesia, nos mostró el suelo en torno al altar, quizá la base de la iglesia originaria del siglo IV. Nos contó que viene gente de todo el mundo a casarse allí: unos noruegos se trajeron ¡160 invitados!. Nos dijo que los de la aldea se encargan por turno de abrir la iglesia a los visitantes. Sabía más de belleza que muchos catedráticos de Arte.
Y al final nos enseñó una inscripción dedicada a las ninfas, traída de unos restos romanos y usada para dintel de una puerta.
Un espacio vacío de sillares grandes, una iglesita visigótica muy húmeda con un altar hecho con un ara romana y una pieza cuadrada también romana: y me acordé de Bratislava, del altar de la iglesia bizantino-católica con sus telas doradas y eso me ayudó a imaginarme a los monjes que en el siglo VII hacían presente a Dios aquí, en este extremo del mundo, tan pobre.
En un lateral estaba la tumba de San Torcuato, pero vacía, que sus restos se los llevaron luego a Celanova: san Trocado le llamaban en el romance local.
Y por suerte salió la señora de su refugio y nos fue explicando algunas cosas, como el pequeño friso en relieve con uvas y espigas que remarcaba las pinturas malejillas del XVI, bajo las que quizá estén las originales, o la decoración de sogas que recorría las paredes. Utilizó la palabra humildad para referirse a la iglesia, nos mostró el suelo en torno al altar, quizá la base de la iglesia originaria del siglo IV. Nos contó que viene gente de todo el mundo a casarse allí: unos noruegos se trajeron ¡160 invitados!. Nos dijo que los de la aldea se encargan por turno de abrir la iglesia a los visitantes. Sabía más de belleza que muchos catedráticos de Arte.
Y al final nos enseñó una inscripción dedicada a las ninfas, traída de unos restos romanos y usada para dintel de una puerta.
¡Con qué gracia, mesura y exactitud estás contando el viaje! Bonito, bonito.
ResponderEliminarMe encanta. Es precioso el sitio y preciosa tu manera de contarlo. No puedo evitar decirlo.
ResponderEliminarLa visita me recuerda a mis visitas de verano a ermitas románicas perdidas en el valle de Maestu. Una de ellas estaba semioculta por un rosal silvestre, y rodeada de un pradito con montañas al fondo. Escribiré sobre eso.
Finalmente hubo suerte en Celanova; me alegro :-)
ResponderEliminarY ardo en deseos de ver a qué dedicasteis las dos entradas que faltan...
Hola.
ResponderEliminarMe alegra ver mi foto en tu Blog. Sobre todo por que citas su origen.
A mi pareja y a mi también, nos abrió una amable señora que coincide con tu descripción y que llamamos previamente al teléfono de la puerta.
La iglesia nos sorprendió por fuera, pero nos deslumbró su interior. Una pequeña joya del prerrománico gallego.
Un saludo ;-)