viernes, 17 de octubre de 2008

Manifiesto hartista

El otro día vi en Art234 la noticia de un manifiesto ¿otro?, el del Hartismo; me picó la curiosidad y lo leí un poco por encima, con sorpresa, algún desacuerdo y al final con gran alegría, por la ilusión que se veía de fondo (los que lo habían hecho se ve que creían en lo que decían, algo que ya es de admirar) y porque decían verdades como puños.
Yo les escribí para congratularme por su manifiesto y decirles que en general me había interesado mucho, aunque había cosas con las que no estaba de acuerdo, como la del latín. A diferencia de tanta gente, me contestaron rápido pidiéndome sugerencias, y eso ya sí que me asombró.
Bien, yo os animo a leer aquí tal cual el manifiesto. Y ayer el propio Nes recogía una lista de faq sobre el manifiesto que también es muy recomendable.
Yo voy a poner aquí el manifiesto entero, resaltando en negro lo que más me ha gustado y con comentarios en rojo y entre corchetes, por si les sirve de algo.
Y esta noche espero estar en la presentación (Centro Cívico del Ensanche, cerca de la plaza Roja, a las 8 de la tarde).
MANIFIESTO HARTISTA
Contra el anti-arte, el conceptualismo, la impostura y el culto al artista ególatra.
El arte es [tendencialmente] de [¿para?] todos.

Estamos HARTOS del arte oficial. Ese arte, sus artistas y su entorno se han vuelto tan soberbios, tan vanidosos, que creen vivir por encima del mundo, ocupados sólo en mirarse el ombligo, y debatir sobre el sexo de los ángeles. Aquí abajo, los hartistas trabajamos con nuestras manos, en y para [yo quitaría el 'para'] el mundo real, haciendo del arte nuestro día a día y buscando en él nuestro sustento. El Hartismo es una apuesta por la humildad, la honestidad y la sencillez. Para los hartistas el arte es una profesión más, ni divina [pero siendo una profesión, como lo es -y me alegra que lo digáis-, es algo más, no sé qué, pero algo más] ni especial, y como en cualquier otra profesión la excelencia se logra sólo tras años de práctica seria y continuada.
Estamos HARTOS de elitismo, de que el arte sea sólo para unos pocos privilegiados. Queremos que el arte sea devuelto al público, a las calles [pecáis de ingenuos y no sé si de un poco demagogos; Horacio en buen latín: odi profanum vulgus]. Que salga de su encierro e impregne de nuevo la vida cotidiana, embelleciendo cornisas, farolas, rótulos... [de todo el arte del siglo XX-XXI, el diseño a veces ha sido el lugar donde se ha refugiado la belleza] Rechazamos las galerías y museos elitistas del arte oficial, a los que nadie entra; salas vacías e impolutas, como templos de un dios inaccesible. Queremos salas acogedoras, con asientos cómodos donde ver los cuadros de cerca, charlando tranquilamente mientras se toma un café.
Estamos HARTOS de dejar que sólo opinen gurús y “expertos” [lectura recomendada: Ramón Gaya, Naturalidad del arte y artificialidad de la crítica]. El Hartismo anima al público a que opine libre y sinceramente sobre arte, y más sobre el arte actual. Porque el arte es de todos, también de quienes lo pagamos con nuestros impuestos [otra vez una cierta demagogia y un cierto populismo]. La mayor parte de las personas se ríen en confianza de los estrambóticos montajes que el Poder presenta como arte. ¿Por qué hacerlo sólo en privado? Riámonos abiertamente del arte oficial, de las cosas pretenciosas, ridículas y huecas que las pretenciosas, ridículas y huecas mentes de comisarios, artistillas y políticos nos presentan como Arte con mayúsculas. [Humildemente, lo he intentado hacer en este blog]
Estamos HARTOS de oír una y otra vez la consigna interesada de que el arte ha muerto, la pintura ha muerto. La evidencia es otra; lo que vive pese a todas las dificultades, pese al ninguneo de que es objeto, es la pintura. En cambio, lo que necesita inyecciones constantes de dinero público para sobrevivir son las “modernas” manifestaciones del arte oficial. Los hartistas estamos hartos de que el dinero público se destine a sufragar actividades extravagantes, propias de una atracción de feria, que avergüenzan a la mayoría de la población, que es quien las paga, y no gustan a nadie. Actividades y actitudes que están logrando desprestigiar al arte actual y a los artistas que queremos practicar nuestra profesión con seriedad.
Estamos HARTOS del anti-arte. Partiendo de una idea jocosa de Duchamp en determinado momento histórico, el anti-arte ha llegado a ser el nuevo academicismo, el nuevo arte oficial. Justo el enemigo contra el que se acuñó el término. El propio Duchamp rechazaba que sus Ready-Made se tomasen como arte... nosotros preferimos creer a Duchamp que a sus exégetas
[Duchamp -no tengo ni idea, nunca me ha interesado- lo veo no como víctima, sino culpable, pero corregidme si me equivoco].
Nada tendríamos contra el anti-arte si no fuera por un pequeño detalle: el anti-arte no quiere convivir con el arte; tiene como propósito su negación, y necesita exterminarlo para poder ocupar su lugar [¡muy bien!]. Los anti-artistas saben que si hay arte cerca nadie presta atención al anti-arte: ante un cuadro y una lata de caca la gente normal suele preferir el cuadro. Por eso, los anti-artistas necesitan a toda costa convencernos de que la pintura no vale, de que hay que despreciarla, exterminarla o al menos arrinconarla en un lugar olvidado para que así podamos valorar como si fuera arte lo que ellos “hacen”. Por eso gastan tanta tinta y saliva en discursos. Tienen largos y enrevesados discursos sobre muchos temas: sobre la muerte del arte, sobre lo desfasada que está la pintura, sobre lo superada que está la belleza... Tras casi un siglo desde su primera aparición, el anti-arte prácticamente ha monopolizado la atención mediática, invade las escuelas y desvía hacia sí la mayor parte del dinero público invertido en las artes. Poco a poco está logrando su objetivo: va arrinconando al arte, suplantándolo en todas sus facetas: artistas, obras, salas, críticos... todo tiene su versión anti-artística que sustituye a su equivalente artístico. Los hartistas estamos hartos de este crimen tolerado y hasta alentado por la oficialidad, y denunciamos esta suplantación parasitaria. El Hartismo es un movimiento anti-anti-arte. No es posible convivir armoniosamente con un cáncer agresivo, que te devora desde dentro; es necesario luchar contra él, encontrarlo, aislarlo y extirparlo para que no siga avanzando y llegue a matarnos. No obstante, el Hartismo, como muestra de buena voluntad, está abierto a recibir a los anti-artistas que quieran reciclarse, aprendiendo técnica e intentando ser sinceros por primera vez en su vida.
Estamos HARTOS del conceptualismo. Todo el mundo tiene miles de ideas cada día, muchas de ellas geniales. Nada más corriente que tener ideas. Lo que distingue al artista es la capacidad de sacar partido a las ideas creando obras valiosas de por sí. La idea es un pretexto para llegar a una obra, y no al revés.
Estamos HARTOS de que cualquier cosa se nos pueda presentar como arte. Si algo necesita estar expuesto en una galería y necesitamos que además nos expliquen una serie de ingeniosas historias para que podamos entenderla y considerarla como obra de arte, es que eso no era arte, sino una refinada tomadura de pelo. Una lata llena de caca es tan sólo una lata llena de caca, por más filosofías de andar por casa que la adornen.
También rechazamos enérgicamente la idea de que el proceso es más valioso que la obra, de que sólo el valor “performático” constituye el hecho artístico. Es evidente que todas las artes tienen un proceso, y hasta un rito. Incluso el dueño de un bar que, aburrido, hace una tortilla de patatas, sigue un proceso fascinante y no exento de ritual. Pero el proceso, el rito, sólo tiene sentido porque al final se llega a un resultado. Nadie se come el emocionante proceso de preparación de la tortilla, sino la tortilla.
Estamos HARTOS de que se utilice la originalidad, la novedad o “modernidad” como patrones con los que medir el valor de las obras de arte y los artistas [¡bravissimo!]. Conceptos entendidos de forma perversa y profundamente estúpida, como valores absolutos, cuando dependen totalmente de la cultura -o mejor, incultura- de quien observa. Pero a pesar de su obsesión por lo nuevo, paradójicamente, el arte oficial está llegando, como la moda, a una reiteración grotesca de formas, maneras e ideas que insulta a la inteligencia. Porque el arte de vanguardia es como como el latín, una lengua muerta [yo propondría cambiar el ejemplo por el esperanto; el latín es ahora una lengua muerta, pero no lo fue en su mejor momento e incluso en la edad Media y el Renacimiento hay textos maravillosos]. Se inventa siguiendo reglas que ya no reciben el impulso vital de quienes la crearon. Una vanguardia de laboratorio, hecha por expertos a imagen de la que se conserva disecada en libros y museos. Los grandes gurús del arte oficial dan el certificado de novedoso, atrevido, transgresor o rupturista tan sólo lo que siga alguna fórmula vieja, comprobada infinitas veces, que respeta los cánones de lo que debe ser la vanguardia, sin apartarse de la norma ortodoxa. ¡Nuestros vanguardistas actuales son tan casposos y carcas como si hubieran nacido realmente en 1900!
Estamos HARTOS de la importancia que se le da a los estilos, a los -ismos. Pintar es un acto personal y cada persona es única. Las etiquetas son sólo una manera de ordenar el conocimiento que la Historia del Arte construye, y a los artistas deberían importarnos bien poco. Creemos que lo importante no es pintar según un estilo u otro, sino hacerlo “con estilo”, es decir, bien [no acabo de ver el 'es decir' de esa frase; bibliografía que recomiendo para superar ese 'es decir': Velázquez, pájaro solitario, de Ramón Gaya ].
Estamos HARTOS de que los que no utilizan sus manos se autodenominen artistas. Para ser artista hay que pintar, esculpir, dibujar... no basta con pensar. Ya nos hemos cansado de los caraduras que no dan un palo al agua y se convierten en artistas por la Gracia Divina o por la del gurú de turno ¡El arte para quien lo trabaja!
Estamos HARTOS de trascendentalismos. Los hartistas pintamos porque pintar es lo importante. Pintar no necesita sesudas justificaciones ni excusas. Es una necesidad y un placer. Sólo dibujar y pintar día a día nos hace artistas. A los que tienen dudas sobre este particular los animamos a dedicarse a otra profesión, hay gran demanda de charlatanes entre los políticos y los vendedores.
Estamos HARTOS del desprecio a la tradición. Porque el ser humano construye siempre a partir de lo conocido. Rechazar la tradición artística es rechazar la posibilidad de innovación, al rechazar toda referencia, todo apoyo; los hartistas no somos tan estúpidos. Nuestro movimiento no es una vanguardia, pero tampoco una contravanguardia. Los avances aportados por las vanguardias históricas ya han sido integrados en la tradición pictórica hace décadas por artistas de talento. Esta tradición, enriquecida por aportaciones vanguardistas, constituye la base de nuestra cultura artística común y nuestro acervo técnico actual.
Estamos HARTOS de la visión sesgada que se está dando de la historia del arte del siglo XX (y XXI). Es necesario, por el bien del arte y la dignidad de la profesión del historiador del arte una revisión crítica y en profundidad de los postulados sobre los que descansa el relato histórico. Creemos que la Crítica de Arte, con sus teorías vistosas pero interesadas, ha logrado someter no sólo a los artistas, sino a la misma Historia del Arte: se sigue sobrevalorando la importancia de las vanguardias del siglo XX, minimizando el hecho de que se han agotado y muerto en seguida y han sido resucitadas y mantenidas con vida artificialmente. La evidencia documental es apabullante, tan sólo es preciso que los historiadores hagan el trabajo pendiente, registrando los cientos de pintores notables que han estado trabajando e influyendo en sucesivas generaciones de pintores figurativos hasta nuestros días, sin alinearse exactamente con vanguardia alguna.
La historiografía oficial, que se plantea el arte del siglo XX como una sucesión vertiginosa de movimientos vanguardistas cada vez más extremos es forzada, artificial. Se basa en una ideología (el vanguardismo) y no en la narración objetiva de los hechos. Hay tantos artistas “fuera de su época” que todo este modelo teórico se desmorona. Ben Shahn, Hopper, Balthus, Guttuso, Hockney, Freud, Kitaj... figuras importantes [este es el punto que menos me gusta de todo el manifiesto; de los pintores que citan sólo conozco a algunos, pero no me convencen: ni Hopper, ni Balthus, ni Hockney ni Freud; la cuestión no es figurativo / no figurativo] suelen quedar aisladas como individualidades frente a la vanguardia dominante de su tiempo, pero en realidad ellos y sus seguidores son lo vivo, lo dominante, frente a un arte oficial cada vez más aislado y muerto.
Estamos HARTOS de que se desprecie y extirpe siempre la belleza de todo discurso pretendidamente artístico. Para el Hartismo la belleza es el objetivo último del arte. Rechazamos la pobreza formal del arte oficial, y el esteticismo inverso que hace del cutrerío y la fealdad infinita la máxima aspiración. Esto no significa que nuestro arte se base en viejos esteticismos revenidos, ñoños, cursis. Los temas crudos y desagradables también tienen cabida en el arte hartista [no es cuestión de temas, sino de mirada: cf. El niño de Vallecas de Velázquez]. Es la preocupación por lograr una forma armónica, bien construida, lo que los hartistas consideramos principalmente búsqueda de la belleza.
Estamos HARTOS del rol asignado al artista de hoy. La pomposa gloria vana, los premios, las bienales, los catálogos y la adulación, constituyan el objetivo vital del artista oficial. Gente sin vocación, sin oficio, con una vida volcada en los actos sociales, lejos del placer de dibujar, del misterio de la pintura, del descubrimiento de nuevos mundos en su interior. Lejos, en definitiva, del olor y el tacto de los materiales del taller. Por el contrario, el éxito para un hartista es poder levantarse cada mañana y pintar [aquí es donde chirría un poco lo de hacer un manifiesto; es comprensible que lo hagáis, pero vuestra obra pictórica saldrá adelante con vuestro trabajo; de todos modos os agradezco mucho vuestro esfuerzo por agitar conciencias].
Estamos HARTOS del sistema actual de enseñanza en muchas de las escuelas de arte oficiales. El aprendiz de artista necesita más la práctica que la teoría, pero a nuestros jóvenes se les llena la cabeza de palabrería hueca e inútil, descuidando sin querer -o a propósito- la enseñanza técnica y la práctica extensa que permitirían desarrollar sus habilidades. No entendemos que se niegue a los estudiantes ese derecho. Reivindicamos el valor del dibujo y específicamente el dibujo del natural como base de todas las artes visuales.
Estamos HARTOS de la fascinación por las nuevas tecnologías. Los nuevos materiales y técnicas, las tecnologías informáticas o audiovisuales no nos apabullan ni deslumbran, simplemente son parte de la realidad de nuestros recursos actuales, y los utilizamos con normalidad como una herramienta más. A más de un siglo de distancia de la primera película, a más de 40 años del primer ordenador, es una verdadera estupidez seguir babeando por descubrir que el vídeo o la informática existen. Estamos hartos de que esta fascinación bobalicona por el medio o la técnica utilizada cieguen el sentido crítico de todos, haciéndonos tragar bodrios infumables en aras de la supuesta novedad o ingeniosidad del medio utilizado.
Estamos HARTOS de que la pintura sea el cajón de sastre donde meter cualquier cosa. Continuamente se nos presenta como arte plástica -pintura- la escenografía, el teatro, la fotografía, el cine... siempre que su calidad sea pobre o nula, pues cuando son buenos esas artes las reclaman para sí. Con la excusa de que “hay que abrir fronteras”, nos hemos dejado robar el terreno y hasta el nombre: ¿cuántos concursos y salones de pintura han premiado instalaciones, performances, fotos, vídeos? Recuperemos para la pintura sus lugares y usos naturales.
Estamos HARTOS de “nuevas propuestas”. El nacimiento de verdaderas nuevas artes será siempre bienvenido, pero no hay razón objetiva para multiplicar las categorías, creando nuevas artes como “performance”, “instalación” o “videoarte”: entes borrosos que nunca terminan de independizarse del seno de las artes plásticas tradicionales. Cuando algo realmente nuevo llega -como en el siglo pasado el cómic o el cine- se abre paso por sí mismo, sin deber su existencia a una indefinición nebulosa. En su mayoría estas supuestas nuevas artes son maneras de esconder la incapacidad de crear buen teatro, buena escenografía, buen cine o en definitiva, buena pintura.
Estamos HARTOS de que se siempre se nos tache de minoría. Aunque los fundadores del Hartismo somos gallegos, el Hartismo es una tendencia con vocación universal. No somos cuatro locos aislados en el noroeste peninsular contra la tendencia general; realmente, la mayor parte de la gente piensa como nosotros [el problema no es lo que piensa la mayoría].

Nuestro movimiento está afiliado al Movimiento Stuckist (www.stuckism.com), que lleva desde el año 1999 contestando al arte oficial y hoy está presente en 40 países, con más de 160 sedes repartidas por todo el mundo. El hartismo incluye a todas las artes y a todos los aspectos de la cultura, aunque comience como la revuelta de unos pintores.

6 comentarios:

  1. Lo del latín puede que no haya sido un símil afortunado.
    Queríamos hablar de algo muerto, que nadie respalda, y en ese sentido iba la metáfora, pero hay una diferencia evidente: el latín puede ser una lengua muerta, pero es la madre de todas las lenguas de los paises latinos, incluidas las nuestras, el galego y el castellano.
    El arte "contemporáneo", oficialmente hablando, no es la mdre de las artes, todo lo contrario, es un camino sin rumbo y sin salida que se ha tomado dentro del mundo de las artes plásticas, y que además una de sus características más furibundas es la negación del valor de lo clásico y del pasado y la veneración absoluta del presente que se marca como único posible.
    Por ello, si, tienes razón, es una comparación no del todo atinada, y no eres el primero que lo observa, así que probablemente buscaremos otra metáfora que cuadre mejor y lo modificaremos.
    Muchas gracias por tu aportación, porque todo lo que sean críticas constructivas mejorará y sobre todo clarificará nuestro mensaje, habida cuenta de que muchos intereses intentarán tergiversarlo como sea.

    Mariano Casas

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  2. ¡Qué bien si en otras esferas de la vida surgieran movimientos llenos de sentido común como el de los hartistas! No soy optimista: por desgracia, los "anti-artistas" no están solos en el mundo: forman parte de un entramado que ocupa demasiado espacio y que, por desgracia, ha llegado incluso a penetrar-infectar nuestras conciencias (la mía durante mucho tiempo). La comparación del arte contemporáneo con una lengua muerta resultaría perfecta si por esa lengua entendiéramos no el latín, sino toda la serie de neolenguas que también con dinero oficial se nos pretenden imponer por todos los medios. También ellas son constructos contemporáneos -de filólogos, en el mejor de los casos- que distan bastante de estar vivas "de verdad". Las comillas que enmarcan el "de verdad" son pregnantes: Espero que entendáis sus connotaciones.

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  3. Hola, soy Anxo Varela, el principal responsable de la redacción del Manifiesto. Te agradezco este trabajo crítico.

    Propones cambios y opinas, en muchas de las cosas estamos de acuerdo contigo.

    Evidentemente todo el manifiesto se explica con el nombre del grupo: hartismo, de harto. Estar harto es algo que tiene que ver con los sentimientos, por lo que lógicamente algunas partes pueden resultar bien populistas, bien demagógicas, e incluso inexactas.

    Pero vamos por partes.

    En cuanto a lo del latín, hay ahí dos ideas: la primera es explicar que la construcción de vanguardias es algo artificial, de laboratorio. En este sentido el símil con el esperanto sería mucho más exacto. PERO también queremos expresar que esas fórmulas casi matemáticas, hiper-precisas y predecibles, con las que HOY se crean vanguardias, no han estado funcionando siempre: en los primeros tiempos, como el latín, las mismas vanguardias tenían su propia vida interior, su fuerza, y eso era lo que las impulsaba.

    Es decir: no decimos que el latín sea y haya sido siempre una lengua muerta. Sino todo lo contrario: el latín ha sido una lengua viva, maravillosa, con la misma espontaneidad y frescura que cualquiera de las actuales, y tenía todos los registros y la riqueza posibles, desde el habla culta de los patricios hasta la jerga de los ladrones. El nacimiento de las lenguas romances fue paulatino, y el latín no murió repentinamente, se fue dejando aparcado a medida que éstas crecían.

    Es decir: al igual que el latín, que fue una lengua viva pero ahora está muerta y es "de laboratorio", la vanguardia estuvo viva y ahora es "de laboratorio".

    Pasemos a otra cuestión: lo de la profesión es intencionado. Aunque todos sabemos que el arte es más que todo eso, queremos desmitificarlo, porque de los deseos de Leonardo y compañía hemos pasado a un misticismo tan profundo que el arte es casi una religión. Como queremos destacar que el arte no es místico, o al menos no tan místico, por eso exageramos a la hora de despojar al arte de todo contenido ajeno al puro acto de hacer.

    Lo de pintar PARA el mundo real está muy meditado: nos referimos a que nosotros YA estamos pintando y haciendo películas, etcétera, para el mundo real, para la gente de a pie, que aprecia nuestra forma de hacer las cosas. Es que la oficialité está fuera de onda, viven en un mundo lejano, ajenos a la realidad. Nosotros trabajamos para el público, no ajenos a él, y a eso se refiere ese "PARA".

    En lo del elitismo, en la introducción, ni es ingenuidad ni demagogia: realmente creemos que "otro mundo es posible". La gente lo está deseando, y nosotros también. Sólo hace falta que se rompa la imposición de la fealdad, la dinámica de lo feo, que afecta a todas las facetas de la vida. Esta ruptura no es sólo nuestro anhelo: en diseño gráfico -como bien indicas- hace tiempo que está entrando con fuerza la belleza: tipografía, adornos, se empiezan a popularizar de forma imparable. Lejos estamos del diseño limpio de tintas planas y Helvetica 75. En moda, lo mismo, pese a las horribles pasarelas oficiales, donde modelos escuálidas y casi enfermizas pasean trapos feos y mal puestos, con materiales y formas poco cómodas, la ropa corriente cada vez es más variada, y -al menos yo me he fijado, espero que nadie me considere un obseso- los escotes vuelven a dar alegría a las calles. No se trata de enseñar, del exhibicionismo, pero realmente pienso que el mundo es más bello desde que las mujeres están dejando de creerse el rollo ese de lo light y la mujer-objeto. Las mujeres están empezando a aceptarse como son y a lucir sus cuerpos sin complejos, y los hombres intentan dar menos la imagen de un rol masculino. Eso redunda en la belleza. Lo feo no le gusta a nadie, y proponemos el arte universal, que no es nada nuevo, sino lo común en cualquier otro pueblo no occidental, y en el propio Occidente hasta no hace mucho.

    Abundando en esto, te sorprenderías si vieses cartas que nos han llegado de historiadores del arte precisamente destacando ese punto. Y por ejemplo, de un grupo de arquitectos que precisamente quieren rebelarse contra lo feo. No ya contra el feísmo, que es algo más puntual y superficial, sino en realidad a cómo se está planteando la arquitectura, como algo funcional en el que la forma se descuida, y casi parece que a los arquitectos oficiales les da corte hablar de la arquitectura como una de las bellas artes.

    Esta idea de la integración, de devolver el arte a la calle, de hacer lo posible por embellecerlo tiene precedentes en los dos libros de Tom Wolfe sobre arte moderno: La palabra pintada y sobre todo "Quién Teme a La Bauhaus Feroz", pero quizá el que mejor lo expresa es Hundertwasser, que hablaba de algo aparentemente tan trivial -pero tan importante- como la esencia malvada de la línea recta.

    Por el contrario, este punto, junto con la búsqueda de la belleza formal, para nosotros es de los principales de todo el manifiesto. En realidad son los dos puntos que más claramente marcan los objetivos en positivo: recuperar la belleza como fin último del arte y tomar conciencia de la necesidad de hacer que el arte vuelva a ser algo cotidiano, presente en todo.

    No sé si conoces el pueblo Dogón, en Mali (África). Es un pueblo en el que los niños empiezan de muy jóvenes a tallar madera, y todo lo que los rodea está tocado por el arte: las puertas de los graneros, las escaleras para subir a las casas, los tocados, fiestas, la pintura corporal... Si lo piensas, la sociedad romana, que conoces mejor que yo, o la barroca, a la que aludes, vivía en un entorno que o bien era natural (bosques, páramos...) o bien artificial, pero en el que todo, desde las piedras para atar a los caballos hasta los jardines, picaportes, lámparas... todo estaba hecho con "mimo" a los detalles, todo tenía un sentido estético que hoy se ha perdido, por desidia y por la influencia de ideas equivocadas, fomentadas sin querer -o queriendo- por las vanguardias. Afortunadamente hemos superado muchas ideas estúpidas que antes fueron dogmas, y otras que eran dogmas se están cuestionando, como el capitalismo en su conjunto.

    Pero en estética seguimos volando por las alturas estratosféricas mientras el mundo cada vez es un lugar más sucio e inhabitable. Mucho es por la degradación de la belleza natural (naturaleza), a la que continuamente agredimos. Pero es que la belleza artificial (el arte) también está siendo cada vez más degradado y destruído. Y parece que a nadie le importa nada de esto realmente. Para mí es tan triste el talado de un árbol como la demolición de una vieja casa de piedra. Son pedazos de belleza que serán sustituidos por fealdad, por desidia, abandono. Todo esto es muy grave, y de verdad, para nosotros es casi lo más importante. De hecho casi todo el manifiesto se ha redactado porque este objetivo de recuperar la belleza del mundo artificial sólo se puede lograr luchando contra el anti-arte, luchando contra el elitismo, luchando contra...

    Me gusta mucho que hables de autenticidad refiriéndote a nosotros. Porque podrán llamarnos locos, pero REALMENTE creemos en todo esto, son ya muchos años pensándolo, y quizá nos hemos juntado por casualidad en el momento y lugar adecuado, justo en Pontevedra, una bella ciudad en la que nació un monstruo, una fábrica de fealdad en la que curiosamente estábamos matriculados los tres fundadores en los años 90.

    Lo del populismo es una crítica que esperábamos. Ciertamente el manifiesto puede dar -a alguna gente con sano sentido crítico, como es tu caso- esa idea. Pero no somos populistas, no buscamos la masa, sabemos que muchísima gente opinaría que lo del urinario es una chorrada. Pero la mayoría, seamos sinceros, ni lo conoce, y por otra parte ni siquiera piensan que Picasso o Freud hagan arte. Más bien buscamos destapar la sinceridad del pueblo, despertar conciencias acostumbradas a callar, a otorgar. Sabemos que justo la pasividad es la que ha permitido llegar a la situación actual, no creemos en el "buen salvaje", ni mucho menos. Pero si la gente deja de callarse y dice lo que piensa, todo irá mejor, aunque a nadie le guste lo que yo pinte y al animarlos a opinar me lo digan a la cara y me tenga que fastidiar.

    Creo que el hartismo es popular, no populista, porque no sólo nos animan nuestros sentimientos como artistas, sino como público y como contribuyentes. A mí me parece que tiene razón Carlos Tesouro -escultor- cuando dice que quizá deberían preguntarnos en la declaración de la renta si queremos sufragar el anti-arte, del mismo modo que se pregunta si se quiere sufragar a la Iglesia.

    Duchamp puede que sea más verdugo que víctima, pero yo he leído algunos textos de él y no parece que previera en qué se convirtió su anti-arte. De hecho declaró varias veces, indignado, que los ready made no deberían considerarse obras de arte. A mí me produce por ahora cierta simpatía. Me parece que lo de Duchamp ha sido un caso de "Efecto Neng". Una parodia (de los Bakalas, por ejemplo) es tomada en serio y produce beneficios, por lo que su sentido original de parodia se pierde, y pierde así el valor revulsivo. En realidad Buenafuente es culpable del efecto Neng, como lo es Duchamp, porque o bien se olió la jugada o bien "se dejó querer". No sé qué es peor. En cualquier caso, los intérpretes de Duchamp van mucho más lejos que la fuente, ponen en su boca intenciones y palabras espúreas, y hasta contradicen a Duchamp si les conviene.

    Me llama la atención que destaques el punto sobre el anti-arte. Es, en cuanto a la teoría artística, nuestro punto principal, la razón de todo. Por eso es el punto más extenso y el que llevó más tiempo escribir.

    En cuanto al insulto directo a los vanguardistas actuales, "casposos y carcas como si hubieran nacido realmente en 1900" intenta, como habrás notado, escandalizar. Es un toque de efecto, una provocación si quieres, con la que intentamos precisamente llamar la atención sobre la rigidez y vetustez de ese prototipo de artista que siguen, casi un siglo después, vendiéndonos como rabiosamente moderno y transgresor.

    En el punto sobre los estilos, negamos su importancia. Creemos que ha sido un error. Los antiguos hablaban de "escuelas", pero los "estilos" dan a entender una intención, una precedencia de la idea sobre la obra, que nosotros rechazamos en varios puntos del manifiesto, y que también es una de las ideas centrales. La teoría es el resultado de la observación y análisis de la práctica, y hacerlo al revés (que el artista ilustre con su obra las teorías) trae arte sin vida, insulso y de poca calidad. El origen de la -a nuestro modo de ver- confusión parte de los siglos XVI al XVIII, cuando de hablar de escuelas, de "maneras" se pasa a hablar de "estilos". El origen del término es precisamente la palabra "estilo", que pasa de utilizarse a menudo con el sentido de "gusto, elegancia o distinción" a utilizarse con otra connotación, la de "Uso, práctica, costumbre, moda" (del diccionario de la RAE). Ese paso es fundamental para entender la creciente crisis del arte. Un artista siempre hace las cosas como sabe, mejor o peor, y según aprendió e investigó. Si su objetivo estilístico es el "gusto, elegancia o distinción", producirá con independencia, con libertad, y al buscar lo elegante, distinguido y de buen gusto (lo bello) creo que es probable que produzca un arte maravilloso.

    Pero si en lugar de eso busca adaptarse a un "Uso, práctica, costumbre, moda" de su tiempo, puede que se llegue a perder la búsqueda de la belleza, y que el artista busque perpetuar el capricho retorcido y hasta feo de algún grupo. Y por otra parte, ese artista, al tener que adaptarse a un gusto imperante, ni es independiente ni libre. Yo lo veo más que claro, los resultados -paralelos al progresivo cambio de sentido de la palabra "estilo"- son evidentes. El urinario de Duchamp, o los experimentos del "shock art" -por no decir la mayoría de las muchas vanguardias de segunda generación que nacen en torno a los años 30 del siglo XX- nunca tendrían sentido si "estilo" se entendiera como en otras épocas, en el sentido de "gusto, elegancia o distinción".

    Respecto al punto sobre los pintores, no digo que gusten más o menos (estamos en nuestro derecho todos, de que nos gusten o de aborrecerlos). Se trata sólo de su lugar en la historia: todos ellos han sido en su época pintores MUY influyentes, que han marcado la evolución de muchos artistas, y cuyas conexiones -muy interesantes- no están siendo estudiadas con profundidad. Hay muchos más, incluso que no me gustan, incluso no figurativos, o de los que no me acordé en su momento, que también han sido muy importantes: por ejemplo Raoul Dufy, o Bacon, o De Staël, el mismo Hundertwasser.

    La -sesgada- historia del arte que se repite casi igual desde que se escribió por primera vez, y que es la única, monolítica versión oficial (lo cual es extraño, pues en música o cualquier otro campo excepto arte y arquitectura la historia reciente es la más discutida) de la Historia del Arte de vanguardia, obvia estas influencias (por ejemplo, de Balthus en Freud, de Kitaj en el grupo realista madrileño de Antonio López...) y presenta sistemáticamente a todos los pintores destacados como "figuras aisladas", casi autistas artísticos, que ajenos al mundo van a su bola. Se incluye a Hockney y hasta Kitaj en el pop inglés, del cual no quisieron formar parte por no compartir su visión. Se escribe una historia que no cuenta los hechos, sino que sirve para perpetuar lo ya contado. Hay una entrevista a Ángel González (el de "Pintar sin tener ni idea) que es muy interesante, pues reconoce que en general los historiadores del arte contemporáneo evitan visitar las fuentes, y hasta ver las obras originales, limitándose a seguir la corriente general.

    Es decir, no hablamos de nuestros ídolos, sino de lo inexacto de la narración histórica, y de que debe ser rehecha partiendo de cero. Sé que parece -y es- radical, pero no tiene sentido promover un cambio total si no se cambia la teoría que nos sustenta, y que además es la que ha provocado el problema que denunciamos y sufrimos todos.

    Lo de los temas desagradables precisamente es para decir eso: el tema es lo de menos. Hay un cuadro hermosísimo para mi gusto, de Géricault, un boceto para "La balsa de la medusa", consistente en una "naturaleza muerta y bien muerta": dos cabezas cortadas, haciendo una hermosa composición con luces contrastadas. A mí me encanta, pero su tema echa para atrás. Hasta pintarlo debió ser desagradable (olores, moscas, sensación macabra, calor...) pero ¡qué cuadro más bello!. Eso es lo que belleza significa para nosotros: belleza en la forma, no en el contenido.

    Mariano ha escrito un texto muy bueno sobre esto en su blog HART: http://marianocasas.blogspot.com/2008/10/salir-del-armario.html.

    Realmente nosotros queremos pintar y hacer otras cosas, como películas, cómics, ilustraciones, dibujos... pero aunque esto YA LO HACEMOS, hemos visto la necesidad de unirnos para conseguir que las cosas cambien, o al menos intentarlo. Y por supuesto, también para que nos conozcan y sepan lo que pensamos, y si simpatizan se nos puedan arrimar y entre todos sacar del medio toda la mierda acumulada que impide que las cosas funcionen con normalidad.

    Bueno, Ángel, es un placer poder hablar sobre estos temas pausadamente y con sinceridad. Gracias por tu crítica y tu generosidad.

    Siento haberme extendido, llevo una hora escribiendo. Es curioso, porque ahora tengo que dejar de hablar -aunque primero nos van a entrevistar en Radio Voz, dentro de un ratito- y ponerme a HACER, pues tengo que buscar imágenes para proyectar con el Manifiesto y terminar de retocar y recortar las fotos de las ilustraciones que hizo mi mujer para acompañar al cuento de "El traje nuevo del emperador" que también se leerá esta tarde.

    Saludos hartistas

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  4. El otro día decía que tenía los mejores comentarios de la blogosfera y hoy tengo que repetirlo: muchas gracias a los artistas por vuestros comentarios, tan tremendamente interesantes y tan detallados. Os agradezco mucho que os toméis tan en serio la discusión, en vez de hacer como que todo da igual, que es un mal muy contemporáneo.
    Todos esos comentarios vuestros me van a dar que pensar y sobre qué escribir para mucho tiempo; lo voy a intentar asimilar poco a poco, que es mucho lo que decís y yo al fin y al cabo soy un amateur (amateur que quiere ser muy amante del arte, pero amateur), que suspendía sistemáticamente la asignatura de dibujo en bachillerato.
    Y Chema [suena de fondo el aria de Haendel de la Resurrezione, qué maravilla, no me canso de oírlo] tienes toda la razón en que todo esto forma parte de una impostura más general. Y lo de las neolenguas, otro tema que da para comentar largo y tendido.

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  5. A Anxo: ya sé que vuestro texto tiene muchas más cosas más que ese desafortunado símil con el latín. Perdona si me aferro a él pero es que me toca de cerca. El latín no es una lengua de laboratorio: nadie hace experimentos con él. Se podría decir que a este muerto lo diseccionamos con el fin de entender cómo era y cómo funcionó cuando estaba vivo, pero a nadie se le ocurriría hacer de él un Frankenstein. El esperanto sí que un Frankenstein, producto de laboratorio, como lo es el batua, el retoromanche oficial y en menor medida, el catalán y el gallego oficiales, adulterados por neologismos y reglas gramaticales de nuevo cuño, fruto del trabajo en laboratorio.
    A Ángel: me alegro mucho de que te gustara el "Ecco il sol...". Recuerdo cómo, hace ya mucho tiempo, después de oirla por la radio, también hipnotizado por su belleza salí de casa corriendo y no paré hasta que la encontré. Tiempos

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  6. He estado pensando en eliminar la referencia al latín. No hay por qué poner un ejemplo, con hablar de una lengua muerta en general, basta. Perdonad por el lapsus, yo me refería a los pocos casos en los que se hayan inventado palabras nuevas. Pero sí, me habéis convencido de que no es un ejemplo demasiado válido. Lo quitaré hoy por la tarde.

    Y gracias por vuestra aportación.

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